En uno de los municipios más pobres de Hidalgo, donde casi el 80% de la población vive en condiciones de pobreza, el alcalde Febronio Rodríguez Villegas organizó una fiesta de XV años para su hija que ha desatado indignación nacional. No sólo por la desproporción del gasto en un municipio en crisis, sino también por la elección del espectáculo principal: El Komander, ícono de los narcocorridos y de la apología de la violencia.
La celebración se llevó a cabo el 26 de abril en Zacualtipán y reunió a más de 800 invitados. Entre ellos, ediles de municipios vecinos y personajes del ámbito político local. La actuación estelar fue de José Alfredo Ríos Meza, alias El Komander, quien interpretó canciones como El Taquicardio, cuyos versos exaltan el consumo de drogas y la vida criminal: “Que no falte el aditivo, saben que soy cocaino…”. La joven quinceañera coreó las letras junto al cantante, en medio de un ambiente festivo que quedó inmortalizado en videos que rápidamente se viralizaron en redes sociales.
El gasto de la fiesta, aunque no se ha transparentado oficialmente, se estima en alrededor de dos millones de pesos, de acuerdo con reportes extraoficiales. Un derroche que resulta particularmente insultante si se considera que Tianguistengo presenta un 26.8% de pobreza extrema y 52.4% de pobreza moderada, según cifras recientes. Además, el municipio sufre altos índices de analfabetismo y bajas tasas de remesas, factores que agravan su vulnerabilidad social y económica.
La ostentación de la fiesta es sólo la punta del iceberg en la gestión de Rodríguez Villegas. El alcalde, quien ya había presidido el municipio de 2016 a 2020 y ahora repite mandato bajo las siglas de Nueva Alianza Hidalgo, ha sido señalado por prácticas de nepotismo. En la nómina municipal figuran su esposa, su cuñada, su concuño y su sobrino, todos en puestos directivos que cuestan colectivamente más de 90 mil pesos mensuales al erario local. Mientras tanto, los servicios básicos y las condiciones de vida en Tianguistengo continúan en deterioro.
La presencia de El Komander, un artista que ha construido su carrera enalteciendo la narcocultura, no fue casual. La selección del cantante para amenizar un evento familiar, auspiciado por una autoridad pública, transmite un mensaje preocupante sobre las figuras que se eligen para representar celebraciones oficiales, especialmente en regiones golpeadas por la violencia y la marginación.
Aunque la emoción de algunos asistentes y la viralización de los videos parecieran mostrar una comunidad feliz, el fondo de esta historia revela la crudeza de las brechas sociales: mientras los gobernantes disfrutan de espectáculos millonarios que glorifican la violencia, sus gobernados enfrentan diariamente la falta de oportunidades, educación y servicios básicos.
La fiesta de la hija del alcalde de Tianguistengo no es simplemente un “evento privado”. Es un reflejo de una cultura política donde el despilfarro, la normalización de la narcoestética y el abandono de las responsabilidades públicas conviven en perfecta sincronía.




