La salida de Manuel Bartlett de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) dejó más que un simple cambio de administración. Bajo su dirección, la empresa cerró 2024 con una pérdida histórica de 271 mil 574 millones de pesos, la mayor registrada desde que existen datos públicos de la compañía, superando incluso los peores años de las reformas estructurales criticadas por el actual gobierno.
Según los estados financieros auditados entregados el 24 de abril a la Bolsa Mexicana de Valores, la cifra final duplicó el resultado preliminar que en febrero había reportado pérdidas de “solo” 124 mil 444 millones. La magnitud del retroceso económico no es anecdótica: el desplome financiero de 2024 equivale al doble de las ganancias combinadas de los pocos años exitosos de la empresa bajo la administración de la llamada Cuarta Transformación.
Un hundimiento predecible
El deterioro no fue un accidente aislado. Desde 2020, los números rojos se volvieron costumbre: pérdidas de 85 mil 996 millones de pesos en 2020, 106 mil 260 millones en 2021 y 15 mil 666 millones en 2022. Apenas en 2023, un respiro temporal con 96 mil millones de utilidad sugería una posible recuperación, pero fue solo un espejismo.
El análisis de Proceso, basado en datos oficiales de la CFE, expone que, a excepción de 2019 y 2023, el sexenio de López Obrador fue un terreno fértil para las pérdidas sistemáticas de la empresa, contradiciendo el relato del “rescate” energético que tanto se promovió desde Palacio Nacional.
¿A quién culpar?
La CFE atribuyó el colapso a dos factores principales:
- La volatilidad cambiaria: el peso mexicano cayó de 16.92 a 20.26 unidades por dólar entre diciembre de 2023 y 2024, causando una pérdida cambiaria de 169 mil 115 millones de pesos. Para ponerlo en perspectiva: el año anterior, la empresa había reportado una utilidad cambiaria de 73 mil 852 millones.
- La reforma fiscal de la propia 4T: el cambio de régimen fiscal, que transformó a la CFE en “Empresa Pública del Estado”, provocó un efecto contable extraordinario: la cancelación del ISR diferido por 174 mil 954 millones de pesos. Esto impactó brutalmente el resultado financiero del año.
En resumen, las propias decisiones políticas diseñadas para fortalecer a la CFE terminaron por dinamitar sus finanzas, como si en lugar de rescatar a un buque a la deriva, se le hubiera abierto un boquete en la cubierta.
La realidad detrás del discurso
La narrativa oficial insiste en que estos efectos son “de una sola vez”, justificando así el desplome. Sin embargo, la acumulación de pérdidas previas contradice cualquier intento de presentar el 2024 como un año excepcional. La caída no es resultado de un solo golpe, sino de un largo proceso de deterioro operativo y financiero.
Mientras tanto, el Congreso aprueba leyes para permitir que funcionarios de la CFE porten armas y se insiste en fortalecer a una empresa pública cuyo principal éxito reciente parece ser pulverizar su propio patrimonio.
El patrimonio de la CFE al cierre del tercer trimestre de 2024 fue de 722 mil 258 millones de pesos, 4.8% menos que en 2023, afectado principalmente por un aumento de 32.5% en sus pasivos. A pesar de un ligero crecimiento de ingresos (1.4% anual), debido al aumento de usuarios e inflación, y una reducción de costos operativos (6.5% anual), los esfuerzos no fueron suficientes para detener el colapso contable.
¿Qué sigue para la “empresa del pueblo”?
Con la llegada de Emilia Esther Calleja Alor como nueva directora, la CFE enfrenta el reto de corregir el rumbo en un entorno donde las cifras desmienten el triunfalismo político. Más allá de los discursos, la empresa necesita más que una narrativa de soberanía energética: requiere una cirugía mayor en su modelo de operación y gestión financiera.
Porque si seguimos por la ruta de maquillar cifras y culpar al tipo de cambio, pronto la CFE no necesitará rescate: necesitará flotadores.




