Donald Trump asegura que no está bromeando. Lo repitió más de una vez, por si alguien creía que el ex magnate devenido político seguía en modo stand-up. Esta vez, sin guiños ni carcajadas, dejó en claro que coquetea seriamente con la idea de un tercer mandato presidencial. A pesar de que la Constitución de Estados Unidos —ese viejo y caprichoso documento de 1951 llamado Enmienda 22— dice que solo se puede ser elegido presidente dos veces, Trump se muestra como el eterno protagonista que no acepta el final del guion.
En entrevista con NBC News, Trump admitió que hay “métodos” para lograrlo, aunque prefirió no entrar en detalles. Kristen Welker le propuso uno de esos caminos alternativos: que su vicepresidente J.D. Vance se postule en 2028 y le “pase la posta” una vez en el poder. Trump respondió con un lacónico “esa es una… pero hay otras”. No aclaró cuáles, pero dejó la puerta abierta a la especulación, el análisis constitucional y, claro, a la imaginación política más audaz.
El expresidente (y presidente actual) no es ajeno a estas insinuaciones. Lleva años soltando estas ideas entre bromas y mitines, en una estrategia que, según expertos, busca mantener la percepción de fuerza y vigencia. Y si hay algo que a Trump no le gusta, es parecer un “presidente en su etapa de transición”. Él prefiere proyectar una imagen de liderazgo eterno, aunque para ello tenga que retorcer el texto constitucional como si fuera un eslogan de campaña.
Desde su círculo cercano, algunos aliados como Steve Bannon ya han defendido interpretaciones más flexibles de la Enmienda 22. Otros, como el congresista Andy Ogles, incluso han propuesto enmiendas que lo habilitarían para postularse nuevamente, aunque sin mucho futuro legislativo: modificar la Constitución requeriría mayorías de dos tercios en ambas cámaras y la ratificación de tres cuartas partes de los estados. Spoiler: no va a pasar.
Expertos legales como Derek Muller han sido claros: ni la Enmienda 12 —que impide que una persona inelegible a la presidencia sea vicepresidente— ni ningún “truco extraño” parecen abrir una vía legal viable para un tercer mandato. El consenso es que la intención de Trump, más que un plan concreto, funciona como una demostración de poder simbólico y un termómetro para medir hasta dónde llega la lealtad de sus bases.
A esto se suma el ingrediente clásico del trumpismo: la exageración. Según sus propias palabras, “mucha gente” quiere que siga. También dijo tener “las cifras más altas en las encuestas de cualquier republicano en los últimos 100 años”, a pesar de que Gallup muestra un máximo de aprobación del 47%. Pero bueno, ¿qué es un número más o menos cuando se tiene la verdad alternativa de tu lado?
Mientras tanto, la Casa Blanca y su equipo de comunicación insisten en que Trump está “enfocado en su mandato actual” y que es “muy pronto” para hablar de 2028. Aunque, claro, si fuera por ellos, también sería pronto para leer la Constitución completa.
La pregunta ya no es si Trump bromea con romper los límites constitucionales, sino si Estados Unidos está preparado para un debate real sobre los riesgos de la erosión democrática disfrazada de espectáculo electoral. Porque cuando el protagonista dice que no está bromeando, tal vez sea hora de que el público deje de reír.




