El papa Francisco ha fallecido a los 88 años tras semanas de complicaciones respiratorias. Su muerte, ocurrida en la residencia de Santa Marta, da inicio no solo a un protocolo litúrgico, sino también al despliegue de una visión eclesial distinta. Como él mismo lo anticipó con humor en 2023, su funeral sería el primero bajo un nuevo rito que él diseñó: simple, pastoral y desprovisto de los ornamentos del poder pontificio. “El ritual lo estreno yo”, dijo.
El nuevo Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, publicado en noviembre de 2024 y aprobado por Francisco, cambia sustancialmente las exequias papales. Desde el lugar de la constatación de la muerte —trasladada de la habitación privada a la capilla—, hasta la eliminación del triple ataúd de ciprés, plomo y roble, y del tradicional catafalco. El cuerpo de Francisco será velado en su féretro de madera con interior de zinc y será expuesto directamente a los fieles en la Basílica de San Pedro, sin báculo papal, ni signos de soberanía, fiel a su deseo de ser recordado como obispo y no como monarca.
A diferencia de sus predecesores, Francisco rechazó ser sepultado en las Grutas Vaticanas. Eligió, desde 2023, la Basílica de Santa María la Mayor —templo mariano de especial devoción para él— como su morada final. En palabras del propio pontífice: “Ya está preparado el lugar… es mi gran devoción”. En este gesto, vuelve a romper con el protocolo, priorizando lo espiritual por encima del simbolismo institucional.
El funeral se celebrará entre el jueves 24 y el sábado 26 de abril, con la misa exequial principal en la Plaza de San Pedro, presidida por el cardenal decano. Se espera la asistencia de jefes de Estado, líderes de otras religiones y miles de fieles, además de los cardenales que participarán después en el cónclave. Las autoridades vaticanas ya anticiparon que el cuerpo será trasladado a la Basílica de San Pedro este miércoles 23, para su exposición pública.
Durante los novendiales —los nueve días de duelo— se celebrarán misas en sufragio del papa difunto. Estos ritos también fueron revisados: ahora contienen cuatro formularios de oración, más acordes a las necesidades del presente litúrgico, y una nueva estructura para las letanías de los santos, que serán cantadas sin la notación musical anterior, pero con una mayor libertad litúrgica.
Francisco también pidió revisar el lenguaje ritual: títulos como “Sumo Pontífice” fueron reemplazados por “pastor”, “obispo de Roma” y simplemente “papa”. Un cambio de forma y fondo que deja claro que su pontificado —en vida y muerte— buscó despojarse de las pompas terrenales para volver al corazón de la Iglesia: el servicio.
La muerte de Francisco marca el fin de una era, pero también da paso a un conclave con interrogantes. En los próximos días, cardenales menores de 80 años —135 con derecho a voto— se reunirán en Roma para preparar la elección del nuevo pontífice. Aunque la Constitución Apostólica establece hasta 20 días para este proceso, el cónclave podría anticiparse si hay consenso.
Mientras tanto, los fieles podrán despedirse del papa en un ambiente que, más que espectáculo de Estado, parece diseñado como acto de fe. Francisco no quiso despedidas solemnes ni artificios teológicos. Quiso un funeral que hable no del poder que ostentó, sino del testimonio que dio. Y, como enseñó con sus gestos más que con encíclicas, dejó claro que hasta en la muerte, el estilo importa.




