El verdadero poder está en el Cabildo
En política, hay verdades que se conocen poco, aunque deberían ser evidentes. Una de ellas es que la figura más importante en un municipio no es el alcalde, sino el Cabildo. Esta instancia, que funciona como un pequeño congreso local, tiene la capacidad de deliberar, controlar y corregir el rumbo de la administración municipal. El problema es que pocos saben cómo ejercer ese poder de manera efectiva… hasta que ocurre una sesión como la pasada.
Lo que quedó al descubierto en la última reunión del Cabildo fue una evidente descoordinación en la Secretaría del Ayuntamiento. Hubo errores técnicos y omisiones procedimentales que provocaron una corrección pública, un revés político, una “arrastrada” -como algunos la calificaron- que difícilmente pasará desapercibida. En política, los descuidos no solo cuestan credibilidad, también son señales de quién realmente tiene el control y quién lo está perdiendo.
Una Secretaría con nuevo encargo y muchos desafíos
La llegada de Enrique García López como nuevo secretario del Ayuntamiento implica un reto nada menor: recuperar el control político de las sesiones y acuerdos del Cabildo. La voz del secretario no es solo operativa, es también estratégica. Y eso significa entender que los acuerdos verdaderos no se forjan en el pleno, sino en las reuniones previas, los comités internos y las negociaciones de pasillo.
Parece que esta lógica no se está aplicando con eficacia, y los resultados ya comenzaron a evidenciarse. Los regidores, particularmente los de Morena, ya no están dispuestos a jugar el papel decorativo de antaño. Están exigiendo espacios, ejerciendo presión, ocupando el lugar que les corresponde en el equilibrio del poder. El Cabildo ya no es un club de amigos ni un trámite administrativo; es una arena política.
La operación política rumbo a 2027 ya comenzó
En este contexto, será interesante observar el papel que jugará Enrique Galo en el Cabildo; su experiencia legislativa lo coloca como un actor clave dentro de la oposición. Y es evidente que no se trata solo de vigilar al alcalde: hay una disputa por espacios, por posiciones y por influencia dentro del aparato municipal.
La evidencia está en la calle: se han incrementado las encuestas, las brigadas y los recorridos en colonias. La operación política está en marcha, y no es casualidad. Los diputados locales han entregado manuales de gobierno, y las dependencias municipales han intensificado su presencia en territorio. El mensaje es claro: el tiempo apremia y los espacios políticos hay que cuidarlos desde ahora.
Fuego amigo en Morena: los abucheos y las culpas
Durante la visita de la presidenta Claudia Sheinbaum al estado, fueron notorios los abucheos dirigidos contra la gobernadora Teresa Jiménez, un hecho que tampoco es una coincidencia. Todo indica que fueron organizados desde el interior de Morena, aunque -como ya es costumbre- nadie asume la responsabilidad. Entre los grupos afines a Aldo Ruiz, Arturo Ávila y Nora Ruvalcaba, lo único claro es que se echan la bolita unos a otros.
La intención, evidentemente, era hacer quedar mal a la mandataria; sin embargo, lo más grave no es el intento de sabotaje público, sino que esta guerra interna refleja la profunda división que atraviesa al partido guinda. Y con un escenario electoral cada vez más cercano, difícilmente podrán aspirar a la victoria si el fuego viene desde dentro. Otra interpretación, por supuesto, sería asumir que, más que una división, se han cerrado filas; el desafío radicará en quién de las cartas fuertes será quien llegue a las boletas electorales.
De la plaza pública al Congreso
En otro frente, Arturo Ávila ha intentado ganar visibilidad desde el Congreso federal. Una de sus iniciativas más recientes -relacionada con la apología del delito– logró consenso entre la bancada morenista y la alianza opositora, lo cual ya es noticia en sí misma. Esta reforma, que se votaría en el Congreso del Estado este miércoles, busca sancionar con cifras millonarias a quienes promuevan el narcotráfico a través de expresiones artísticas, como los narcocorridos.
El debate no ha estado exento de contradicciones. Mientras Alma Hilda Macías declaró que no se podrán prohibir espectáculos ni públicos ni privados, también se deslindó del caso Texcoco, diciendo que eso ya era tema de seguridad pública, no de los Congresos. El clásico: lavarse las manos.
Licitaciones, sarcasmos y tropiezos
A propósito de Arturo Ávila, durante el noticiero de Azucena Uresti, el panista Federico Döring lanzó una crítica directa al morenista; sus palabras no estuvieron exentas de sarcasmo e incluso comparó a Arturo Ávila Anaya con Jaime Camil, no por sus talentos actorales, sino por su pasado como contratista de la SEDENA. Döring ironizó que Ávila, con tanta autopromoción, ya se perfila como el gran genio de las licitaciones, tan así que sugirió que podría ayudar a la presidenta a resolver el desabasto de medicamentos: “¡Cuadra la octava, maestro!”, remató Döring.
La crítica no se detuvo ahí, pues Döring cuestionó la doble moral de Morena, al señalar la manera en que exgobernadores que presuntamente han incurrido en excesos y actos de corrupción terminan por ser premiados con nombramientos diplomáticos y cargos públicos. En esa misma línea, colocó al expanista Miguel Ángel Yunes, al afirmar que Yunes debería encontrarse en “una finca en Palenque que se llama La Chingada”.
También hubo espacio para cuestionar a Ávila por su repentino entusiasmo por los debates públicos. “Hace una semana rehuyó el reto de Jorge Triana, y ahora, tras unas clases en la UNAM, ya se siente listo para todo”. Finalmente, Döring desarmó la farsa del expediente de Alito Moreno, e incluso tachó el discurso de Arturo Ávila en términos de cantinflesco, pues la promesa de presentar dicho expediente como si fuera el cuaderno de tareas es prácticamente nula y señaló: “No hay acceso, no hay expediente. Basta de simulaciones”.
Al final, Döring remató: la política no se resuelve con ocurrencias ni poses, sino con argumentos. Y en eso, Arturo Ávila sigue reprobado.
Los taxis y el desgaste legislativo
Y mientras algunos legisladores buscan brillar en tribuna, otros se topan con la resistencia de sectores organizados. En el Foro de Movilidad, el gremio de taxistas alzó la voz contra la propuesta que exige cambiar las unidades cada cinco años. Argumentan, con razón, que muchos apenas terminan de pagar su vehículo cuando ya les están exigiendo uno nuevo.
Este cúmulo de tensiones muestra una constante: los legisladores enfrentan presión desde varios frentes, y no todos están preparados para manejarla. Divisiones internas, iniciativas polémicas y descontento social se combinan en un cóctel que deja claro que la gobernabilidad se complica cuando hay desconexión entre el discurso político y la realidad ciudadana.