En Mazatlán, Sinaloa, uno de esos episodios que resumen el colonialismo de bermudas y lentes oscuros se volvió viral. Un turista extranjero —probablemente estadounidense, aunque también se especula que podría ser canadiense— decidió que una banqueta pública no era lo suficientemente exclusiva para su gusto, y procedió a correr a un trabajador mexicano que comía tranquilamente en el lugar.
El incidente, grabado y difundido por la usuaria de TikTok @mayrifranco, muestra al extranjero, hombre mayor de barba cana, acercándose con ademanes agresivos al trabajador de la construcción que comía en la acera, en la avenida Cruz Lizárraga. El trabajador, vestido con chaleco fluorescente, se levantó sin confrontación y se retiró del sitio mientras el turista lo seguía hasta asegurarse de que desapareciera de su vista. Todo, claro, en plena vía pública.
@mayrisfranco1 Justicia!! @Mexico 🇲🇽 #libertad #mezicolindoyquerido
No era la primera vez. Según el testimonio de la denunciante, este mismo personaje ya había hecho lo mismo antes con niños que jugaban cerca de su residencia. ¿Su lógica? La de siempre: “Mi comodidad gringa está por encima del espacio público mexicano”.
La Guardia Nacional llegó al lugar tras la denuncia. Se consideró la posibilidad de levantar cargos por agresión, ya que no es un caso aislado, sino parte de una conducta reiterada. Lo que sí quedó claro es que no basta con llenar los destinos turísticos de dinero extranjero: también se están llenando de actitudes coloniales que pretenden apropiarse de lo que es de todos.
La indignación en redes no se hizo esperar. Más de 100 mil interacciones en pocas horas convirtieron el video en una manifestación digital contra el clasismo y la xenofobia importada en primera clase. Y aunque algunos usuarios optaron por el humor organizando un “picnic de resistencia” o una “carnita asada con banda” frente a la casa del extranjero, el trasfondo es más serio: ¿de verdad México debe seguir tolerando este tipo de visitantes?
Mazatlán, como muchos otros lugares turísticos del país, vive de la derrama económica internacional. Pero eso no implica que su población tenga que vivir humillada. Comer en la banqueta no debería ser una transgresión, pero al parecer para ciertos turistas, ver mexicanos ocupando el espacio público “arruina la postal”.
Este hecho nos recuerda que no es sólo un problema de actitudes individuales, sino de relaciones de poder que se reproducen en el turismo internacional. Porque no, no es “normal” que alguien venga a otro país a imponer su incomodidad como ley.
Si algo dejó claro este episodio es que los espacios públicos no deben ser zonas VIP para extranjeros con complejo de hacendado. Y sí, es momento de preguntar con toda seriedad: ¿realmente queremos este tipo de gente en nuestro país?




