Las juventudes ya no solo son el futuro, son el presente que exige justicia
Somos voz naciente en un país que necesita escuchar su propia esperanza
La participación ciudadana no es solo presentarse a votar en una elección; es tomar postura, hablar y defender lo que uno cree que es correcto, lo que uno cree que México necesita.
Según el INEGI, alrededor del 24% de la población tiene entre 15 y 29 años. Este grupo etario tiene el poder de inclinar la balanza en las elecciones y en las decisiones políticas. Representan el futuro del país, quienes decidirán si seguimos con el patrón corrupto que nos ha definido por años o si, por fin, comenzamos a hablar y hacer que nuestras voces sean escuchadas, y no tomadas como murmullos sin valor.
Poco a poco nos acercamos a las elecciones del 1 de junio de 2025, una fecha histórica en la que, por primera vez, se realizarán elecciones extraordinarias para renovar el Poder Judicial, en las que, además, la ciudadanía votará de manera directa por jueces y magistrados. Esta elección marcará un parteaguas para México. Es la oportunidad de observar qué rumbo tomará el país.
Pero es importante recordar que el voto no lo es todo. El voto puede ser comprado o manipulado, pero la voz que lo respalda no. Eres tú quien decide si ese voto se emite con conciencia, con pensamiento crítico, con el deseo real de cambio. Con la esperanza de iluminar y salir adelante.
Muchos jóvenes están por cumplir la mayoría de edad, lo que significa su primera oportunidad para participar formalmente en la vida democrática del país. Cada año, cerca de 1.5 millones de mexicanos cumplen 18 años, lo que rejuvenece el padrón electoral y ofrece una oportunidad de renovación en la política.
Lamentablemente, persiste una narrativa en la que los adultos minimizan las decisiones de los jóvenes, sugiriendo que no están “lo suficientemente preparados” para elegir, pero esa es una postura incoherente. Los jóvenes de hoy son más críticos, están más informados y tienen plena conciencia de que las decisiones tomadas hoy los afectarán directamente mañana.
A través de una encuesta realizada a jóvenes entre 18 y 25 años, se identificó que el 84% tiene la intención de participar en las elecciones de junio. Aunque sus posturas se dividen entre quienes confían en el poder transformador del voto y quienes dudan de su impacto real, todos comparten una misma convicción: ejercer su derecho es un acto de responsabilidad cívica. Lejos de la apatía, se manifiesta una juventud consciente, dispuesta a ser parte del cambio, porque votar, más que un deber, es una forma de pronunciarse ante el rumbo del país. Es, en sí mismo, un gesto de esperanza.
A pesar de los prejuicios que los señalan como desinformados, los jóvenes demuestran estar más despiertos de lo que muchos creen: saben por qué votan, entienden lo que está en juego y, aunque cuestionan el proceso, asumen su papel con seriedad. En sus respuestas se asoma un México inconforme pero esperanzado, un país que, aunque herido, encuentra en sus nuevas generaciones un eco de transformación posible. No votan por inercia, votan con el anhelo de justicia, con la conciencia de que participar es resistir al desencanto, porque para ellos, cambiar el país no es un sueño ingenuo, sino una responsabilidad compartida.
Es momento de dejar de subestimar al joven mexicano. Ellos sí saben lo que se necesita para avanzar. Tienen la capacidad, la información y, sobre todo, el deseo de transformar su realidad.
Sabemos que México ha decepcionado en repetidas ocasiones. Pero como generación del “ya” y del “ahora”, es momento de dejar la decepción atrás y comenzar a exigir con fuerza: que nuestras decisiones cuenten, que nuestras voces se escuchen y que nuestra participación sea el principio de un nuevo país. No somos herederos del país que nos dejaron, somos arquitectos del que soñamos.




