Comenzó la contienda judicial y, como en todo proceso democrático que se respete, ya hay templetes, porras, discursos encendidos, sindicatos arropando y hasta promesas de transformación radical. Solo que esta vez no hablamos de elecciones presidenciales ni de alcaldías: hablamos de ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en campaña abierta para reelegirse o presidir el máximo tribunal del país. Sí, usted leyó bien: campaña judicial, pero con el saborcito de mitin político y las reglas, por supuesto, sujetas a interpretación creativa.
Las tres ministras y sus tres relatos de cercanía
Lenia Batres, autoproclamada “ministra del pueblo”, fue la primera en salir al ruedo. Eligió la explanada de Tlalpan, se subió al templete con micrófono y bocinas, y se dirigió a un público compuesto por poco más de medio centenar de vecinos y medios atentos. Su tesis (no académica, que quede claro) es clara: una Suprema Corte electa por el “poder popular” que no sirva a los magnates, sino que administre justicia para el pueblo, con todo y minúsculas. Batres asegura ser la única que empezó “con la gente” y se jacta de iniciar su campaña “en la calle”, mientras critica las restricciones que ella misma ayudó a aprobar. Coherencia selectiva, le dicen.
Pero no todos en la Corte aplauden su entusiasmo proselitista. Loretta Ortiz —ministra en funciones y también aspirante— no perdió la oportunidad de señalar que Lenia prefirió hacer campaña en vez de quedarse a sesionar. Lo dijo en voz alta, en una conferencia, con nombre y apellido, y cifras incluidas: ocho mil asuntos pendientes en la Corte. “Lo que pasó la última sesión: se paró Lenia y dejó de haber quórum”, denunció. Una joya de cita que no necesita mayor ironía añadida.
Ortiz, la “chulada de ministra” con el visto bueno del SME
Loretta Ortiz, por su parte, tomó otra vía: no dejó de trabajar (según sus propias declaraciones), y organizó actos arropados por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y la Cooperativa La Cruz Azul. Desde ahí, afirmó que su vocación es servir, que ella no necesita millones, y que es “una chulada de ministra” con visión, experiencia y honestidad. “Justita desde chiquita”, se describió, apelando al testimonio paterno como argumento de campaña. Cero presión.
También defendió sus actos públicos frente a acusaciones de haber violado las reglas electorales. Dijo que todo fue por invitación, que no gastó un peso, y que no hubo acarreados. ¿Quién necesita financiamiento cuando se tiene vida académica y sindicato?
Yasmín Esquivel: justicia de puertas abiertas (y campaña también)
Yasmín Esquivel, recordada por muchos más por el escándalo de su tesis que por sus votos en la Corte, se hizo presente en Ecatepec. No podía faltar. Prometió erradicar la corrupción, garantizar una justicia con rostro humano y presidir la transformación judicial. Bajo el grito de “¡Presidenta! ¡Presidenta!”, se declaró lista para cambiar el sistema. “No vengo a administrar lo que hay, vengo a transformarlo”, dijo… varias veces, como para que quedara claro el guion.
Con respaldo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Esquivel reiteró su identidad como “ministra de la transformación” y pidió un voto de confianza para alejar al poder judicial de las “torres de marfil”. Su propuesta incluye más mujeres juzgadoras, colegiación obligatoria para abogados, y —por supuesto— puertas abiertas. La accesibilidad es clave, aunque la puntualidad, al parecer, no tanto: llegó 40 minutos tarde a su mitin. Detalles.
¿Campaña judicial o reinterpretación creativa del reglamento?
La organización Integralia, con el rigor del observador externo, denunció que las campañas de las tres ministras violaron abiertamente las reglas. Los eventos no solo fueron públicos —algo técnicamente permitido—, sino que implicaron uso de instalaciones, posibles donaciones en especie y apoyo de sindicatos y actores políticos. La ley establece que la campaña debe ser austera, básicamente reducida al volanteo y redes sociales no pagadas. Pero en esta versión judicial del show político, todo se vale si hay forma de justificarlo. El ingenio legal nunca descansa.
Ugalde, de Integralia, apuntó que los eventos costaron entre 200 y 300 mil pesos y recordó que el tope es de un millón 468 mil. Según Loretta, “casi un millón no es poco”, pero es suficiente. Según Lenia, la voluntad popular justifica todo. Y según Yasmín, lo importante es la transformación. Al final, los tecnicismos quedan en segundo plano cuando hay épica que recitar.
Las ministras de la transformación, del pueblo y de la chulada
Así que aquí estamos: con tres ministras, tres slogans y un mismo objetivo: regresar (o quedarse) en la Corte. Una se define por su contacto con la calle; otra por su impecable hoja académica y el respaldo sindical; y otra más por querer dinamitar desde dentro el vetusto sistema judicial. Pero todas, eso sí, comparten una certeza: la justicia necesita cercanía con la gente.
¿Lo curioso? Todas ya están dentro. Ya son ministras. Lo que buscan no es entrar, sino seguir. Y en su afán por permanecer, han entrado al juego político que decían venir a cambiar.
En resumen: arrancaron campaña las ministras que quieren regresar a la Corte. Con bocinas, letreros, porras y todo. Y mientras tanto, los ocho mil asuntos pendientes siguen esperando. Porque, ya se sabe, la justicia puede ser pronta, pero no si hay campaña de por medio.




