¿Qué es la eudaimonía? | La Columna J por: Roberto Ahumada - LJA Aguascalientes
16/06/2025

La Columna J

¿Qué es la eudaimonía?

La eudaimonía es un concepto fundamental de la filosofía griega, especialmente en la ética de Aristóteles, que suele traducirse como “felicidad”, “florecimiento humano” o “vida buena”. Algo que es verdaderamente relevante es cómo la antigua Grecia -y me atrevo a incluir a la India con los postulados del budismo- tenían la capacidad de dilucidar una serie de conceptos que van estrechamente relacionados con el devenir humano. Existe la percepción de que, conforme ha transcurrido el tiempo, nuestras civilizaciones son más avanzadas. No obstante, es evidente que no: la sabiduría no es una consecuencia de la tecnología.

En su etimología, la palabra proviene de eu (bien) y daimon (espíritu o guía interior), por lo que literalmente significa “tener un buen espíritu” o “estar en buena fortuna con uno mismo y con el cosmos”. Las etimologías casi siempre resultan simpáticas con su aplicación y su praxis existencial.

El fin que busca la sociedad moderna -la acumulación de riquezas bajo la pretensión y ostentación material-, es decir, la falacia de poder alcanzar la felicidad por medio de lo material únicamente, ha condenado de manera progresiva la vida de las personas. Es sumamente interesante poder entrever lo falaz y escurridizo que es ese sentido de vida que ha plasmado tanto el capitalismo y sus ínfulas de libertad. Todo lo material fenece; es parte de la impermanencia, todo cambia. Ante eso, la realización personal y la plenitud se escapan de las manos de aquellos que no supieron -o no quisieron- entender la vida bajo otra arista.

“El bien supremo para el ser humano es la actividad del alma de acuerdo con la virtud en una vida completa”
Ética a Nicómaco, Aristóteles

Para los estoicos, la eudaimonía está vinculada con la naturaleza y la paz interior. Hacen hincapié en que tampoco es un fin, sino el camino. Evidentemente, es una práctica constante en la que se forja el carácter, en la que debe imperar la virtud. Al igual que la ataraxia, busca el control interno para fustigar las vicisitudes que extiende la vida, en un sentido existencial en lo que Kierkegaard postulaba como la angustia, incluso lo que el mismo Schopenhauer abordaba como el arte del buen vivir. Puede resultar fácil escribir y describir este concepto, pero su aplicación es verdaderamente compleja.

Imagina la vida como un vasto océano, impredecible y muchas veces hostil. El viento sopla a capricho, las mareas cambian sin previo aviso y las tormentas aparecen cuando menos se les espera. En medio de ese mar, cada uno de nosotros es un navegante, a bordo de un frágil barco hecho de carne, pensamiento y deseo. Muchos buscan evitar las tormentas, creyendo que la felicidad está en navegar siempre en calma. Pero los estoicos lo saben: el mar no cambiará por nuestros ruegos.

La verdadera eudaimonía -ese estado de plenitud, serenidad y virtud- no está en encontrar un océano sin olas, sino en aprender a sostener con firmeza el timón incluso cuando el cielo ruge. El estoico no suplica que el mar se calme, sino que se entrena para no soltar el control de su barco. Su timón es la virtud: la razón que le guía, el coraje que le sostiene, la templanza que le equilibra y la justicia que le orienta.


Así, la felicidad no es un lugar, sino una manera de navegar. No está en el destino, sino en la forma en que recorremos el trayecto, en cómo caminamos esta vida. El sabio no escapa del dolor ni se deja arrastrar por el placer; contempla ambos como olas que vienen y van. Ambos se tienen que vivir, se tienen que abrazar de manera estoica sin perder de vista el horizonte.

Cuando por fin llega al puerto sereno -ese espacio de calma interior que no depende del mundo exterior-, no lo hace por azar, sino porque ha aprendido a ser capitán de sí mismo. Alguna vez un maestro me dijo: los capitanes se hacen en las tormentas.

Tanto la psicología positiva como la filosofía aplicada usan este concepto para clarificar el sentido de vida de las personas, fomentar la disciplina, las relaciones sanas, el amor por la naturaleza y, del mismo modo, el intentar controlar las pasiones internas.

Algo es seguro en esta vida y en los tiempos en los que vivimos: cada día habrá una nueva tormenta, real o inventada por las redes sociales, interna o externa. Por ello mismo, cada día tenemos la oportunidad de abordar la vida del mejor modo. Esto no implica una victoria diaria; implica, propiamente, el intento interno y el no claudicar.

In silentio mei verba, la palabra es poder.


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