Realidad destartalada III | A lomo de palabra por Germán Castro - LJA Aguascalientes
30/04/2025

Mientras escribía el único historial clínico en el que abordó un caso de psicosis, su célebre estudio sobre el caso Schreber –Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (dementia paranoides) descrito autobiográficamente-, Sigmund Freud (1856-1939) estaba también trabajando en su ensayo Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico (1911). Los dos principios sobre los que versa este texto son, claro, el principio del placer y el principio de realidad.

De entrada, Freud establece tajantemente que “toda neurosis tiene la consecuencia… de expulsar al enfermo de la vida real, de enajenarlo de la realidad”. Enseguida, recuerda que el psiquiatra francés Pierre Janet (1859-1947) pensaba también que uno de los rasgos característicos de los neuróticos era la pérdida de lo que llamó “función de lo real” (function du réel). En efecto, en su libro Les obsessions et la psychasthénie (1903), Janet señala:

… los psicasténicos conservan la capacidad de evocar recuerdos, de construir concepciones imaginarias, incluso de razonar correctamente; en una palabra, no presentan trastornos psicológicos en las funciones que se ejercen sobre el pasado, sobre lo imaginario, sobre lo abstracto. Pero se muestran impotentes en cuanto se trata de prestar atención a lo que existe en el momento presente, de percibir los hechos con el sentimiento vívido de su realidad actual… Eso es lo que hemos designado con el nombre de pérdida de la función de lo real…

Janet denomina psicastenia a una descompostura de la conciencia por la que se pierde la función de realidad. Para Freud la neurosis es un trastorno psíquico de origen inconsciente, causado por conflictos reprimidos que generan ansiedad y mecanismos de defensa, que terminan manifestándose en síntomas (fóbicos, obsesivos, histéricos, etc.) sin base orgánica. En cambio, para Janet el psicasténico es alguien “agotado”, sin la energía mental suficiente para afrontar el presente, adaptarse a la realidad y conectar con su entorno. En suma, mientras que Freud explica la pérdida de contacto con la realidad a partir de un conflicto al interior de la psique, el francés piensa que se trata de un problema de déficit funcional -“falta de tensión psicológica”-. En última instancia, Janet ofrece una tautología como respuesta a la pregunta sobre el origen del padecimiento: la función de la realidad no funciona porque no puede funcionar. Janet, al describir el trastorno como una disminución de la “tensión psicológica” o de la “función de lo real”, explica el padecimiento por sus síntomas -la desconexión del presente, la frialdad afectiva, la incapacidad de atención-, sin proponer una causa psíquica más allá del mismo déficit funcional. Esta circularidad impide dotar de sentido dinámico al síntoma, reduciéndolo a un fallo estructural cuya causa es, esencialmente, su propio efecto. A diferencia de Freud, quien interpreta la neurosis o incluso la psicosis como productos de conflictos inconscientes y defensas fallidas, Janet describe al psicasténico como alguien incapaz de habitar el presente, sin preguntarse por qué esa capacidad ha sido anulada. El modelo janetiano ofrece una fenomenología clínica, pero su explicación se agota en un diagnóstico del agotamiento, carente de una lógica causal.

¿Qué condiciona que un sujeto se enajene de la realidad? Freud responde: “El neurótico se extraña de la realidad efectiva porque la encuentra -en su totalidad o en alguna de sus partes- insoportable”. El sujeto, pues, destartala la realidad que no puede tolerar…, justamente, para aguantarla.

Para Freud, la realidad objetiva no es algo que podamos comprender desde que llegamos al mundo. La realidad no es algo dado, ni inmediatamente accesible al sujeto desde el nacimiento. Es algo que se construye, se gestiona y, sobre todo, se tiene que tolerar. Inicialmente, el infante vive en un mundo regido por el principio del placer; el deseo domina el psiquismo, y sólo gradualmente, y con sufrimiento, se ve obligado a aceptar la existencia de una realidad externa, independiente, que impone demoras, separaciones, renuncias, frustraciones, pérdidas… En pocas palabras, la realidad es traumática.

En el principio fue el inconsciente. El psiquismo funciona inicialmente según el principio de placer -por cierto, fue en este ensayo en el que por vez primera Freud enuncia el principio del placer-, creando alucinatoriamente lo deseado. Pero la insatisfacción termina por obligarlo a abandonar la vía ilusoria. Para lograr una satisfacción efectiva, el aparato psíquico debe registrar la realidad externa, aunque sea incompleta, incierta, displacentera. Así se establece el principio de realidad, que reemplaza la mera búsqueda de placer por una adaptación activa al mundo. A partir de entonces los órganos sensoriales y la conciencia cobran mayor relevancia. Surge la atención, una función que explora el mundo para anticiparse a las necesidades internas. Paralelamente, se desarrolla la facultad para almacenar los resultados de la actividad consciente, la memoria. Y es ahora cuando surge el juicio, mediante el cual el sujeto “decidiría si una representación determinada era verdadera o falsa, vale decir, si estaba o no en consonancia con la realidad”.

Años después, en otro ensayo –La negación (1925)-, Freud detallará que “la función del juicio tiene, en lo esencial, dos decisiones que adoptar. Debe atribuir o des-atribuir una propiedad a algo, y debe admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad”. Esto es, el juicio tiene la doble tarea de determinar si tal o cual cosa es, por ejemplo, buena o mala, pero, sobre todo, si existe o no existe. Conviene recordar que el fallo no se hace a las cosas concretas, sino a sus representaciones, y todas ellas provienen de las percepciones. Si bien toda representación, de origen, es real, luego no necesariamente: cuando el objeto no está presente y la representación sí, puede haber representaciones que den cuenta de objetos no reales. Por eso, “el fin primero y más inmediato del examen de realidad (de objetividad) no es, por tanto, hallar en la percepción objetiva un objeto que corresponda a lo representado, sino reencontrarlo, convencerse de que todavía está ahí”.

La neurosis -y, en última instancia, la psicosis- no es producto de un fallo mecánico, sino una estrategia psíquica de supervivencia ante lo insoportable. La realidad, lejos de ser un dato primordial, es una conquista frágil, pagada con renuncias y sostenida por un juicio que nunca cesa de interrogar: ¿esto existe o es solo el eco de un deseo? ¿Es bueno o malo?… La neurosis no es un error de la mente, sino una paradójica estratagema: para seguir viviendo en el mundo, a veces hay que inventar uno nuevo.


@gcastroibarra


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