Mientras la política nacional se reconfigura rumbo a nuevas batallas electorales, en Oaxaca se libra una guerra que no necesita oposición: el fuego cruzado entre morenistas. Alejandro Murat, exgobernador del estado y actual senador, se ha convertido en blanco de un vendaval de críticas internas tras su intento de afiliación formal a Morena. La respuesta de sus supuestos compañeros de partido ha sido, por decir lo menos, severa.
Senadores y diputados oaxaqueños afines al actual gobernador Salomón Jara han encabezado la arremetida. Desde el Congreso, legisladores como Laura Estrada Mauro y Antonino Morales han lanzado duros señalamientos contra Murat, recordando su legado como gobernador: una deuda pública que ronda los 32 mil millones de pesos, un sistema de salud devastado y obras inconclusas que hoy pesan como elefantes blancos. Para ellos, la sola idea de que Murat milite en Morena “es una traición a los principios del movimiento”.
La Comisión Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ) ya rechazó la solicitud de afiliación de Miguel Ángel Yunes Márquez, otro expriista convertido en aspirante guinda, lo que fue celebrado como una victoria moral por los oaxaqueños morenistas. Ese precedente ha servido como marco para “invitar” a Murat a seguir el mismo camino, dejando claro que la congruencia ideológica está por encima de la apertura política.
Pero Murat no se dobla. Desde el Senado, en tono retador, ha dejado claro que no tiene intenciones de ceder: “Acá estamos firmes… no se me hagan bolas, pa’ atrás ni para agarrar vuelito”. Ha reiterado su respaldo total a la presidenta Claudia Sheinbaum y su lealtad al proyecto de la Cuarta Transformación, dejando entrever que, para él, la militancia no necesita el aval moral de sus críticos.
Lo que se juega aquí no es solo una disputa por el carnet de afiliación. Es una batalla de símbolos: ¿puede Morena absorber a figuras del viejo régimen sin traicionar sus raíces? ¿Es la lucha contra la corrupción compatible con el pragmatismo político de sumar cuadros con experiencia, aunque con pasado cuestionable?
El conflicto también evidencia una fragmentación dentro del partido, donde las lealtades estatales pesan tanto como las nacionales. Mientras Murat presume cercanía con figuras clave como Luisa María Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán, en Oaxaca la narrativa es otra: una defensa de la “esencia” del movimiento frente a lo que perciben como una amenaza de reciclaje político.
En el fondo, este episodio pone en tela de juicio la narrativa de inclusión que Morena ha promovido. Si bien ha sido una plataforma para expriistas, expanistas y otros conversos políticos, el caso Murat muestra que no todos los pasados son perdonables, al menos no sin resistencias.
Quizá la pregunta no es si Murat cabe en Morena, sino cuántos Morenas coexisten realmente dentro del partido. La ruta está clara, pero los que manejan el GPS no parecen estar de acuerdo sobre el destino.




