Tomé esta fotografía en la esquina de las calles Liverpool y Florencia, en la segunda sección del fraccionamiento del Valle, al poniente de la Avenida Aguascalientes. No sé qué me parece más asombroso, si esta conmovedora escena: dos grandes árboles frente a frente -¿qué edad tendrán, 20, 30 años?-, una pareja inseparable, extendiéndose las ramas y las hojas para formar un puente de fresca sombra, o el hecho de que sean únicos; excepcionales, y no sirvan de ejemplo a seguir para los vecinos; algo que impulse a los que viven a su alrededor a poblar las banquetas de árboles, verdor, frescura, sombra; aire purificado, perfumado. Vida.
Por ahí adelante a la derecha se observa uno pequeño; endeble, pero es obvio que no es suficiente.
Ahora que está de moda destruir la flora -el progreso capitalista es implacable; voraz, aparte de ser suicida- el novelista aguascalentense Gustavo Vázquez Lozano escribió en su Facebook lo siguiente, y lo escribió bien: “si todos plantáramos un árbol afuera de la casa y lo cuidáramos, habría más de 300 mil árboles extra en Aguascalientes. Podría haber un descuento en el predial para cada hogar que tuviera un árbol y que lo hayan podido salvar de las depredaciones de la CFE y Telmex, Telecable, Izzi, etc”.
Pero como que no se nos da… Prueba de ello son esta y tantas calles más; tantos lugares de sequía y falta de agua como abundan. Una de dos, o carecemos de una cultura, digamos, ambientalista; una cultura que nos impulse a actuar de manera fecunda; amigable en nuestra relación con el planeta, o nos equivocamos si creemos que esta tarea, la reforestación es cosa del gobierno, y no mía, suya; nuestra, o ambas cosas.
En fin… Sería tan sencillo, y al mismo tiempo tan revolucionario… un árbol en la puerta de la casa -en los viveros municipales se obsequian-, un cubetazo de agua cada tres o cuatro días y la naturaleza haría gala de su generosidad y lo haría crecer hasta hacerlo cantar con las voces de los pájaros que tomaran un respiro en sus ramas; tan sencillo…
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