La visita del secretario de Gobierno de Tabasco, José Ramiro “Pepín” López Obrador, al Instituto Tecnológico Superior de los Ríos (ITSR) en Balancán, lejos de apaciguar los ánimos, desató una nueva ola de inconformidad estudiantil. Lo que debía ser una reunión de reconciliación, terminó en gritos, abucheos y hasta agresiones simbólicas, como el lanzamiento de agua al funcionario. Las imágenes se viralizaron rápidamente, avivando el malestar hacia una figura política ya cuestionada por su historial y recientes declaraciones.
El ITSR lleva semanas paralizado por una protesta estudiantil que exige una respuesta contundente frente a acusaciones de corrupción, acoso sexual y abuso de poder contra el exdirector Iván Arturo Pérez Martínez. Aunque su renuncia fue aceptada el 8 de mayo y se designó a Mari Carmen Bravo Guzmán como nueva directora, el relevo no convenció a los alumnos, quienes denunciaron la falta de transparencia e inclusión en el proceso. La situación se agravó tras el violento desalojo del 7 de mayo por parte de policías antimotines, lo que reforzó la percepción de represión institucional.
Durante la reunión del 10 de mayo, José Ramiro anunció que el gobierno retiraría las demandas penales impuestas por el exdirector contra académicos, e hizo un llamado al regreso a clases para el 12 de mayo. Sin embargo, omitió invitar formalmente a los estudiantes al diálogo, lo cual fue interpretado como una nueva exclusión. El descontento estalló: los jóvenes gritaron “¡buitre!” —una alusión tanto a sus comentarios recientes hacia la prensa como a su manejo político del conflicto— y lo increparon duramente por su actitud.
El término “buitre” se volvió central en la protesta. Días antes, al ser cuestionado sobre una ola de violencia en Villahermosa, el funcionario acusó a los reporteros de buscar muertos como “buitres”, minimizando la gravedad del contexto. Esa frase, sumada a su indiferencia ante las críticas, alimentó la percepción de cinismo y desconexión con la ciudadanía.
Aunque “Pepín” López Obrador ha ocupado cargos públicos desde principios de los 2000, su carrera ha estado plagada de señalamientos por opacidad presupuestaria. Incluso su hermano, el expresidente Andrés Manuel López Obrador, se ha deslindado de él públicamente. Hoy, el rechazo social no sólo apunta a su desempeño político, sino a una imagen más amplia de impunidad, nepotismo y simulación en el manejo de conflictos sociales.
En resumen, la crisis en el ITSR no es sólo un problema educativo: es un espejo de cómo la desconfianza en las autoridades se intensifica cuando la representación política se percibe como ajena, vertical y autorreferencial. Y en Tabasco, ni el apellido presidencial parece ser ya suficiente para apagar el fuego del descontento.