Bajo presión
Causalidades
El diputado federal Arturo Ávila Anaya descubrió a la mala que en política no hay casualidades, como vocero del grupo parlamentario de Morena tiene una constante presencia en diversos medios de comunicación, ninguno de ellos dejó pasar el reportaje de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), en la que se difunde la adquisición de una propiedad valuada en 4.8 millones de dólares en Rancho Santa Fe, una de las zonas residenciales más exclusivas de California.
El morenita, como funcionario público, estaba obligado a una explicación, no a una defensa, porque lo publicado por MCCI no demostraba ningún hecho ilícito, de hecho, no revelaba nada que no se conociera de Arturo Ávila; el texto insinuó que era vecino de millonarios y escandalizó sobre la incongruencia de un sector del morenaje que no puede vivir de acuerdo a la pobreza dictada por Andrés Manuel López Obrador.
El problema en la respuesta de Ávila Anaya es que en sus respuestas al reportaje empleó el mismo tono rijoso con que suele evadir los cuestionamientos, así fue como quedó tiznado por el rumor.
En sus alegatos, el vocero legislador atribuyó los señalamientos a una estrategia política de la oposición, pues como todo mundo sabe, Claudio X. González fue cofundador de MCCI. En la búsqueda de enemigos, Arturo Ávila pasa por alto que, como todo mundo sabe, la actual presidenta de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad es María Amparo Casar; información que no se puede olvidar porque desde el sexenio pasado se le ha estado atacando por las investigaciones que revelaron hechos de corrupción desde la administración de Enrique Peña Nieto.
Para detener la infamia del rumor deben bastar los hechos, pero el método morenista de descalificar a quienes no piensan como ellos con mentiras y verdades a medias se ha impuesto como modelo de comunicación; al grado que ya no se puede tener un debate de altura, con argumentos y pruebas, porque lo que importa es el tono violento o grosero con que se califica al otro.
La causalidad que intentó evidenciar Arturo Ávila es que, una vez publicado el texto de MCCI, se activaron cientos de bots para difundir el contenido en que se indica que se codea con millonarios en los Estados Unidos. Nadie puede poner en duda esa información, es la misma estrategia que usa el morenaje en las redes sociales, en especial en X.
Olvidando que elogio en boca propia es vituperio, el diputado consideró que la publicación de MCCI es resultado de su buen desempeño como vocero, por lo que los miembros de la oposición que se sienten vencidos decidieron darle un periodicazo; además, dicho también por Arturo Ávila, surge ante el temor que despierta en los opositores de Aguascalientes porque ya más de uno lo ha destapado como futuro candidato a gobernador. Ay, por favor.
Como público tenemos todo el derecho a cuestionar a MCCI por la endeble pieza periodística presentada; como periodistas estamos obligados a dar seguimiento a la figuras públicas y denunciar cualquier acto de corrupción; los políticos tienen la responsabilidad de dar respuestas oportunas ante cualquier acusación. Fomentar el debate ríspido, convertir la discusión pública en riñas de callejón, no es lo que merece la ciudadanía.
Pero Arturo Ávila prefiere el pleito. Es un político que no discute, increpa; que no explica, arremete. Esa actitud, que le ha rendido frutos en su ascenso interno, es insostenible cuando el reflector deja de ser el aplauso de los suyos y apunta con precisión hacia sus contradicciones.
Pero no. En lugar de responder con claridad, redobla la apuesta: acusa a la prensa, a los adversarios, a los bots ajenos (porque los propios, claro, son “estrategia comunicacional”). Lo que podría ser un episodio menor se convierte en bola de nieve porque el alud se alimenta de silencios altaneros y respuestas beligerantes.
Es verdad que hay hipocresía en el ambiente. Que muchos de quienes hoy se desgarran las vestiduras por esta propiedad guardaron silencio cuando los moches eran institucionales y las casas blancas se construían al amparo del poder. Pero ese pasado no exonera a los actuales. La corrupción, la opacidad, la soberbia no pierden gravedad por el color de la camiseta.
Arturo Ávila tiene razón en una cosa: esto tiene que ver con su futuro político. Pero no como él cree, no porque sea un gallo temido por la oposición, sino porque episodios como este dibujan con trazo grueso el tipo de comunicación que desarrollará en su posible campaña.
Si a pesar de su récord perdedor en las campañas, el descompuesto Morena local deja que nuevamente le impongan a sus candidatos. El morenaje de Aguascalientes no merece ese representante, el pretendido partido de la transformación no estaría dando muestras de que en verdad tiene un proyecto para la entidad.
Obligado a ganarle a la maquinaria electoral de Teresa Jiménez, de cumplirse el augurio de Ricardo Monreal, la campaña a la gubernatura estaría llena de insultos, golpes bajos y señales adelantadas de quien cree que la grosería es la única forma de presentarse como opción.
En Aguascalientes, todo intento por adelantar los procesos de selección de candidatos termina mal para los acelerados. Elección tras elección, quienes se presentan pateando puertas y la boca enrabiada, terminan perdiendo. Si en verdad hay un compromiso con la sociedad, urge elevar el nivel del debate público, no solo Arturo Ávila, todos, porque nadie se merece el clima que estamos viviendo.
Coda. Un análisis miope de la escena política asegura que el discurso violento, machista, es el que conduce al éxito; estoy convencido que la ciudadanía busca, como Bartleby, un político que simplemente prefiera no hacerlo, que se abstuviera de la estridencia, que eligiera la pedagogía digna antes que la descalificación ramplona.
@aldan




