Un tren llamado The American, doce concursantes migrantes y desafíos como ensamblar autos en Detroit o buscar oro en San Francisco. No es una sátira distópica ni un reboot de Survivor, sino una propuesta real que el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) de EE.UU. está evaluando: un reality show donde migrantes compiten por la ciudadanía estadounidense.
La idea proviene de Rob Worsoff, productor con experiencia en realities como Dating Naked o Duck Dynasty, quien diseñó un dossier de 35 páginas en el que migrantes, acompañados de celebridades naturalizadas —como Sofía Vergara o Ryan Reynolds, al menos en papel— recorren el país enfrentando desafíos “culturales” para celebrar lo que significa “ser estadounidense”. El premio: una ceremonia de naturalización en las escalinatas del Capitolio, con los Thunderbirds sobrevolando el evento.
La propuesta fue filtrada al tabloide Daily Mail, que la presentó como un plan en marcha con el respaldo de la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, apodada “la Barbie del ICE” por sus críticos. El DHS reaccionó de inmediato: calificó el reportaje como “completamente falso” y negó que Noem estuviera al tanto. Aun así, confirmó que la propuesta sí fue presentada y está “bajo evaluación inicial”, sin aprobación ni rechazo formal.
La confusión es reveladora. Medios como The New York Times y The Washington Post confirmaron la existencia del proyecto y la revisión preliminar, pero desmontaron la idea de un respaldo institucional. Por ahora, no hay rodaje, cadena de transmisión ni permiso oficial. Lo que sí existe es una narrativa de reality envuelta en patriotismo, nostalgia y marketing.
Worsoff defiende su proyecto como una “celebración del orgullo estadounidense”, niega que los migrantes sean penalizados y promete que, aunque no ganen, podrán continuar el proceso tradicional de ciudadanía. Pero las implicaciones legales y éticas son considerables. Abogados y activistas señalan que usar expedientes migratorios con fines de entretenimiento roza la violación de derechos y normas antidiscriminatorias. Además, competir por un derecho como la ciudadanía plantea dilemas morales difíciles de ignorar.
El contexto tampoco es menor. Bajo el segundo mandato de Trump, la política migratoria se ha endurecido. ICE ha intensificado deportaciones, el DHS revocó protecciones temporales a miles de personas y la retórica oficial privilegia el espectáculo sobre las soluciones estructurales. La propuesta del reality parece una extensión lógica —aunque provocadora— de esa narrativa mediática.
El DHS ha colaborado antes con producciones audiovisuales, como en 2017 cuando permitió rodajes de operaciones migratorias reales para la serie documental Nación de Inmigración. Pero nunca antes se había planteado una competencia con tintes de juego televisivo y recompensas como gasolina gratis de por vida o tarjetas de Starbucks. El mismo Worsoff niega que esto sea “Los Juegos del Hambre para migrantes”, aunque la comparación ya domina las redes sociales.
Más allá del sensacionalismo, el episodio refleja una tendencia creciente: la gamificación del deber cívico en clave de marketing. Mientras el gobierno libra una ofensiva legal contra los migrantes, se abren las puertas a que su trayecto hacia la ciudadanía sea convertido en contenido para plataformas de streaming.
El proyecto aún no cuenta con financiamiento ni socios de distribución, pero su sola existencia obliga a preguntarse por los límites éticos del entretenimiento político. Convertir la ciudadanía en un espectáculo no solo transforma el proceso migratorio en una carrera por la audiencia: también diluye el debate sobre inclusión, legalidad y derechos en un guion televisivo.




