Ethel Martínez destaca el valor ambiental de La Pona y el cambio generacional en Aguascalientes - LJA Aguascalientes
16/05/2025

  • La Pona es el último reducto de matorral serófilo dentro de la mancha urbana de Aguascalientes y cumple funciones ecológicas fundamentales
  • Desde 2020, Ethel Martínez y otros activistas realizan peritajes ambientales que han evidenciado tanto los daños como la resiliencia del ecosistema

El reciente involucramiento ciudadano representa un cambio generacional esperanzador en la defensa del medio ambiente

“La importancia de La Pona se reduce a tres cosas: agua, agua, agua”, afirma Ethel Martínez Aguilera, bióloga con más de 12 años dedicada al peritaje ambiental en esta área natural del Estado. Desde 2020, ha realizado mediciones forestales junto a otros activistas, convencida de que este ecosistema es vital para la infiltración del agua, la producción de oxígeno y el equilibrio climático en la región.

Motivada desde la infancia por su amor a la naturaleza, Ethel Martínez encontró en la biología no solo una vocación, sino una forma de vida: “Me da paz, me tranquiliza, me gusta apreciarla”, explica. A diferencia de otras historias, ella contó con el apoyo de sus padres al elegir esta carrera, a pesar de reconocer que está mal remunerada.

La historia de su involucramiento en La Pona comienza gracias a la invitación de la activista Sofía González, con quien coincidió en el Colegio de Biólogos. Pronto identificaron que el enfoque institucional no era suficiente, por lo que decidieron actuar desde otros frentes para proteger las hectáreas no reconocidas aún como Área Natural Protegida (ANP).

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Desde entonces, los peritajes ambientales se han convertido en herramientas clave para evidenciar el daño y la recuperación del ecosistema: “Pareciera que lo único que necesita el medio ambiente es que los humanos dejemos de perturbarlo”, señala la bióloga, quien ha documentado cómo, pese a impactos severos como la construcción del Segundo Anillo, mezquites de hasta 50 años sobreviven y florecen en diversas zonas del predio.

Para Martínez Aguilera, La Pona representa el último reducto de matorral serófilo natural dentro de la mancha urbana. Este tipo de vegetación es esencial para captar el agua de lluvia y permitir su retorno al subsuelo. Sin la cubierta forestal, explica, los procesos de pluvialización y oxigenación se detienen, afectando directamente al ciclo del agua y al clima de la ciudad.

Sin embargo, también reconoce un cambio positivo presente en el movimiento social que motivó esa gran área natural: “Esta generación sí quiere apropiarse del ecosistema”, dice con esperanza. A diferencia de posturas anteriores que veían en La Pona un lote baldío, los jóvenes hoy se involucran activamente en su defensa: “Me atañe el cuidado del medio ambiente”, resume, valorando este nuevo sentido de responsabilidad ciudadana.


Ante la reciente atención pública, luego de una serie de incidentes que expusieron la fragilidad del área, Martínez confiesa que no esperaba tal respuesta: “Empecé a llorar… y después vi que la ciudadanía reaccionó”, recuerda emocionada. Para ella, esa movilización espontánea marca un antes y un después en la historia de La Pona.


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