Smart Fit bajo investigación por muertes; legisladores exigen personal médico en gimnasios - LJA Aguascalientes
23/06/2025

La noche del 20 de mayo, Reina S., de 39 años, se desvaneció en el área de entrenamiento de piernas del Smart Fit ubicado en Plaza Tlatelolco, Ciudad de México. A pesar de los intentos del personal por reanimarla, murió en el lugar. Las autoridades desalojaron el gimnasio y abrieron una investigación por homicidio culposo. El establecimiento fue clausurado y el personal detenido para rendir declaraciones.

El caso de Reina no es un incidente aislado. Desde febrero de 2024, al menos seis personas han perdido la vida en distintas sucursales de la cadena en la capital y el Estado de México. Las causas varían —infartos, caídas, desvanecimientos—, pero hay un patrón que se repite: la ausencia de personal médico capacitado, la falta de protocolos claros para emergencias y la reacción tardía o deficiente del personal del gimnasio.

En febrero de 2024, un hombre de 49 años murió en Vía 515 (Iztacalco). Ese mismo mes, Ailene, de 20 años, falleció en Puerta Aragón (GAM), donde testigos acusaron que se impidió llamar a una ambulancia. En abril, Loyda Y., de 60 años, cayó y no había nadie capacitado para asistirla. Los siguientes casos ocurrieron en Iztapalapa, Cuautitlán Izcalli y ahora, nuevamente, en la capital.

Este historial ha encendido las alertas entre usuarios, ciudadanía y legisladores. El diputado panista Ricardo Rubio propuso una iniciativa de ley en el Congreso de la CDMX que busca obligar a los gimnasios a contar con personal médico y desfibriladores automáticos (DEA), así como capacitar a su equipo en primeros auxilios. “No podemos seguir permitiendo que estos espacios operen como si la salud fuera un lujo adicional”, declaró.

Aunque la iniciativa fue presentada días antes del fallecimiento de Reina, su caso refuerza la urgencia de legislar. Sin embargo, hasta el momento, Smart Fit no ha emitido ningún comunicado oficial ni sobre esta última muerte ni sobre los casos anteriores. Su silencio institucional contrasta con la indignación que crece en redes sociales y en la comunidad usuaria, que exige condiciones mínimas de seguridad al ejercitarse.

La cadena, de presencia internacional, ha expandido su modelo de negocios basado en accesibilidad económica y tecnología, pero, según múltiples testimonios, lo ha hecho sacrificando la infraestructura humana necesaria para responder a emergencias reales. En más de un caso, el personal ha sido señalado por actuar con desconocimiento o incluso negligencia.

Los gimnasios no son hospitales, pero tampoco deberían ser zonas de riesgo. La muerte de Reina no fue un accidente imprevisible; fue el resultado de un sistema que no contempla lo básico: que el ejercicio, como cualquier actividad física, conlleva riesgos. Y que prevenir la muerte no debería ser una opción, sino un deber reglamentado.

Vía Tercera Vía



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