A la sombra del nogal no crece nada, las raíces, hojas y frutos de ese árbol producen una sustancia llamada juglona, un compuesto que evita que otras especies compitan por nutrientes y agua, son muy pocas las plantas resistentes a la juglona, como las caléndulas o los pensamientos.
Tras el paso de Andrés Manuel López Obrador por la Presidencia de la República, la comunicación oficial ha cambiado radicalmente, en el sexenio pasado antes que en el portal web del gobierno federal, los discursos, versiones estenográficas y noticias aparecían en el sitio personal del expresidente, los comunicados de prensa eran los mínimos indispensables, porque se supone que a través de la conferencia matutina se atendían todos los temas que el pueblo requería conocer; no era necesaria la comunicación oficial, demonizados, los boletines de prensa se convirtieron en cosa del pasado, ya que era costumbre emplear esa vía para difundir la “verdad” oficial, nada más lejano de la intención de la administración de la Cuarta Transformación, que aseguraba hablar siempre con la verdad y de manera directa al pueblo bueno.
A pesar de ese cambio, el principio semiológico se mantuvo, la verdad provenía de una sola fuente: lo que el presidente dijera o hiciera. Antes de los gobiernos de Morena, los comunicados de prensa provenían de una oscura oficina de prensa en la que se armaba un discurso laudatorio que giraba en torno a la figura presidencial, si una hoja de movía, la responsabilidad era del titular del Poder Ejecutivo, cualquier hospital, escuela o vía de comunicación tenía como origen la acción presidencial.
Con López Obrador fue lo mismo, con la excepción de que ya no había intermediario, si antes los elogios eran elaborados desde una oficina de comunicación social, en el sexenio pasado se estableció que la “verdad” era emitida desde una sola fuente: el presidente hablando todos los días ante el pueblo bueno para informar sobre el estado de la nación, ¿qué más podíamos pedir?, la persona más importante del país abría su corazón frente a las cámaras y permitía cualquier tipo de cuestionamiento
Pese al entusiasmo con que algunos cargan su escalerita para alcanzar el podio, ningún político ha logrado todavía crecer bajo la sombra del presidente saliente. La metáfora es simple, pero poderosa: el nogal no deja que nada florezca cerca porque libera una sustancia que lo impide. Así también, la presidencia de López Obrador fue tan generosamente tóxica en términos simbólicos, que todo intento de liderazgo cercano terminó marchitándose antes de emitir la hoja. En la Cuarta Transformación nadie crece, todos se arrullan. Los que quisieron destacar sin permiso, fueron corregidos en público con la elegancia de una ceiba cayendo encima; los demás, aprendieron a no respirar sin previa consulta a Palacio.
Durante seis años, el país se convirtió en una novela por entregas dictada cada mañana por el autor y protagonista absoluto: el presidente. Ya no hacía falta boletín, ni secretario de prensa, ni análisis de coyuntura: bastaba con repetir el libreto. Así se construyó un nuevo orden comunicativo donde los demás actores —gobernadores, secretarios, diputados, etcétera— tenían dos opciones: callarse o aplaudir. En vez de vocerías institucionales, tuvimos claque profesional. Y ahora, para sorpresa de todos, les exigen carisma, iniciativa, visión. Es como pedirle a un florero que organice la fiesta.
No todo fue asfixia: hubo algunas florecillas silvestres que se atrevieron a brotar en los márgenes. Voces disidentes, periodistas que aún sabían usar signos de interrogación, colectivos incómodos que insistían en hablar de derechos humanos mientras la narrativa oficial pedía aplausos por cada cuartel nuevo. Resistieron como pudieron, sin reflectores, sin mañanera, sin presupuesto, pero con la tozudez de quien no sabe cuándo rendirse. Y quizá, solo quizá, ahí esté la verdadera semilla de futuro, aunque claro, a nadie en el poder le entusiasma la idea de un jardín donde no todo se acomode en línea recta.
Mientras tanto, con el árbol aún firme pero empezando a soltar ramas secas, ya hay quienes intentan redibujar su relación con él. Algunos que aplaudían con devoción cada hoja caída ahora ensayan críticas tibias, no sea que el nuevo sol los requeme. Pero no nos engañemos: más que nuevos liderazgos, lo que hay son imitadores con menos carisma y más PowerPoint. Quieren parecer autónomos sin dejar de ser fieles, quieren innovar sin incomodar, quieren gobernar sin despeinar al relato. Y así, en vez de sembrar un nuevo ciclo, prefieren esperar a ver si el nogal revive por sí solo.
Ahí están, los podemos ver, los vocingleros que. como Andrea Chávez o Arturo Ávila, creen que podrán posicionarse rumbo a la siguiente elección. Los Gerardo Fernández Noroña que, destinados al olvido, aprovechan sus cargos para “posicionarse”, sin saber que todo el esfuerzo que hacen no durará, el escándalo de hoy tiene un tiempo limitado, una duración mínima. Este domingo el partidazo “discutió” las reglas de un juego que nadie está jugando, mañana veremos las consecuencias de jugar sin que importen las reglas.
¿Quién tendrá el pensamiento suficiente como para ofrecer una alternativa a la versión oficial? No me gustan las apuestas, hasta hoy: nadie.
Coda. A la sombra del nogal no crece nada. No importa, aquí nadie quiere que crezca algo distinto: con que se mantenga la sombra basta. Total, ya aprendimos a vivir sin sol, sin crítica y sin matices. Mientras tanto, cada quien se acomoda donde puede, con su escalerita, su cubetita, su pececita, esperando que del árbol caiga algo: un fruto, una mención, un cargo. Aunque sea seco.
@aldan
