La falacia del liberalismo | La Columna J por: Roberto Ahumada - LJA Aguascalientes
13/06/2025

La Columna J

La falacia del liberalismo 

“El producto más perfecto que ha generado el liberalismo es un obrero sin propiedad privada que defiende de manera radical el pseudo concepto de libertad”.

Estimado lector de este reconocido medio, LJA.MX, con el gusto de saludarle como cada semana, quiero agradecerle en demasía su tiempo y atención a esta columna. Las últimas tres semanas escribí sobre estoicismo; sin embargo, cada cuatro semanas estaré abordando una temática alterna, y en esta ocasión decidí centrarme en un asunto sumamente interesante, tanto en su dialéctica como en su propio abordaje.

Los padres del liberalismo político moderno son John Locke, Adam Smith y, en menor medida, John Stuart Mill, cuyas ideas sentaron las bases del pensamiento liberal en los ámbitos político, económico y jurídico. Locke defendió la idea de los derechos naturales -vida, libertad y propiedad-, y afirmó que el poder del gobierno debía emanar del consentimiento de los gobernados. Su pensamiento fue clave para el desarrollo del constitucionalismo y la defensa de la libertad individual frente al absolutismo.

Por su parte, Adam Smith aplicó los principios liberales a la economía, defendiendo el libre mercado como mecanismo de autorregulación social. En su obra La riqueza de las naciones, introdujo la idea de la “mano invisible” y argumentó que la búsqueda del interés individual favorece al bien común, siempre y cuando exista un marco legal justo. Juntos, estos pensadores impulsaron una visión de sociedad basada en el individuo, la razón, la propiedad privada y el límite al poder estatal.

Hasta cierto punto, el planteamiento inicial de estos autores tiene consistencia; no obstante, existe una gran incongruencia cuando se alude a un “marco legal justo”. Es decir, su retórica es pragmática y sesgada, ya que dicho dinamismo no coadyuva al equilibrio del mercado y beneficia sistemáticamente a quien posee los medios de producción y la propiedad privada. Esto genera una alienación en las personas pertenecientes a la clase obrera y, del mismo modo, impacta negativamente en el medio ambiente.

John Locke, aunque escribió sobre los derechos naturales y la libertad individual, tuvo vínculos económicos con el comercio de esclavos. Fue inversionista en la Royal African Company, una empresa británica dedicada al tráfico de esclavos africanos. Aunque en sus obras filosóficas promueve el derecho a la libertad, no condenó explícitamente la esclavitud en el contexto colonial, lo cual refleja una contradicción profunda en su pensamiento y en su práctica.

El filósofo Byung-Chul Han expone que este metadiscurso, permeado de ideología, ha sometido a las personas a vivir en sociedades del rendimiento, en sociedades del cansancio, donde se cree, de forma fáctica, que existe libertad, cuando en realidad esta solo se concibe como tal. Se vive con barreras poco visibles que esclavizan de manera tácita. En su obra Psicopolítica se puede advertir cómo incluso la gente cree que es libre, cuando ni siquiera tiene la posibilidad de detenerse, porque al dejar de generar o producir, su vida se reduce a ningún valor.


Bajo políticas neoliberales -una forma de liberalismo extremo-, la concentración de riqueza ha crecido notablemente. Según Oxfam (2024), el 1% más rico del planeta concentra más del 50% de la riqueza global, mientras que millones viven con menos de dos dólares al día. Del mismo modo, la aplicación del liberalismo económico ha llevado a la privatización de servicios esenciales como la educación, la salud y el agua. En América Latina, por ejemplo, el Banco Mundial reportó que la privatización del agua en Bolivia (Cochabamba, año 2000) generó protestas masivas debido al aumento desproporcionado en los costos del servicio. En gran medida, esto responde a la lógica del capital.

Al promover la flexibilización laboral, el liberalismo ha reducido derechos en muchos países. Según la OIT (2023), más del 60% de los trabajadores en el mundo están en condiciones de empleo informal, sin seguridad social ni derechos sindicales. Asimismo, el énfasis en el crecimiento económico sin restricciones ha acelerado el deterioro ambiental. La lógica liberal no contempla límites naturales al mercado, lo cual ha contribuido al cambio climático. El IPCC alerta que las actividades productivas derivadas de modelos capitalistas liberales son responsables del mayor volumen de emisiones de gases de efecto invernadero.

Finalmente, el liberalismo ha sido utilizado como una gran falacia, como un discurso seductor que no ve más allá de sus propios intereses. Y los datos están ahí. Bajo la teoría crítica de personajes como Foucault y Deleuze se puede lograr un análisis puntual y objetivo sobre cómo el mecanismo de poder es completamente pragmático y endémico, lo cual resulta ser una amenaza real para el medio ambiente, la clase trabajadora y los equilibrios sociales.

Recuerde: cuando se encuentre a un gran defensor del liberalismo, pregúntele si ha viajado a tres continentes, si tiene propiedad privada o medios de producción. Si su respuesta es “no”, entonces usted está hablando con el producto más perfecto del sistema. Algo parecido a un animal que vive en una celda y dice que eso es libertad… y que su amo le quiere y le cuida.

In silentio mei verba, la palabra es poder.


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