Sí voy a votar | Bajo presión por: Edilberto Aldán  - LJA Aguascalientes
19/06/2025

Bajo presión 

Sí voy a votar

Abstenerse es renunciar al ejercicio de nuestra ciudadanía. El llamado que algunos integrantes de la oposición están realizando para que no se acuda a la elección de personas juzgadoras es una muestra clarísima del desprecio que una minoría tiene sobre la voluntad popular. El círculo rojo, como siempre, mirando con desprecio a la plebe, a los chiquillos que necesitamos que nos den instrucciones para salvaguardar nuestros derechos. El mensaje siempre es el mismo, nosotros no sabemos, requerimos que nos lleven de la mano y nos digan qué hacer, cómo pensar.

Nos advierten, con la solemnidad del intelectual desencantado, que estas elecciones judiciales son una farsa, un rito donde se convoca al fantasma de la democracia solo para sepultarlo bajo crisantemos de plástico. Y sí, tal vez tengan razón. Quizá el régimen escribió el guion, repartió los papeles y hasta vendió las palomitas. Ahí está la denuncia, tenemos todos los medios para evidenciar el fraude, ¿por qué decidimos no hacer pedagogía y sólo reclamar?

Abstenerse es capitular en sordina. Es regalarle al poder una silla vacía en el juicio, y después rasgarse las vestiduras por la sentencia. Cómodo resulta declararse demasiado lúcido para la trampa, demasiado ilustrado para el voto, demasiado puro para mancharse con tinta electoral. Cómodo… y estéril.  Quienes tenemos el privilegio de publicar en un medio o externar nuestra opinión en redes sociales pensando que tenemos tres o cuatro lectores, deberíamos estar obligados a explicar antes que anatemizar; pero somos, así hay que decirlo, somos huevones porque nos consideramos en la cima.

Sé que los candidatos huelen a mismo establo, que las boletas parecen cartas de restaurante sin platos veganos. Es cierto. Pero hasta en los salones blindados del poder hay rendijas. Y un voto puede ser la cuña que amplíe la grieta, la línea que separe el desastre total del mal menor. Porque aunque no haya héroes en la papeleta, siempre habrá villanos más voraces.  

Dicen que votar es cavar nuestra fosa con la pala que nos regala el régimen. Yo respondo: abstenerse es prestarles la pala y ofrecerles un termo de café para que excaven con brío. Tildan de ingenuo al que vota. Yo veo más pereza en quien se abstiene. Nos han saqueado la confianza, la transparencia, el derecho a soñar instituciones íntegras. Pero aún nos queda el acto mínimo de marcar una cruz, o en este caso, poner unos numeritos, y mientras ese hilo delgado, desgastado, lleno de nudos, siga existiendo, hay que tensarlo. Porque cuando se rompa, solo quedará el mutismo. En el silencio no habrá democracia: habrá complacencia, peor aún: complicidad.

Votar no es sumisión. Es poner el cuerpo en la trinchera más austera. Es un “aquí estoy” escrito con la tiza de la resistencia. A veces no se vota por el mejor, sino contra el que amenaza con devorarlo todo. A veces no se elige con esperanza, sino con rabia contenida. Y no importa: las democracias también se alimentan de indignación.  

La soberbia de considerarse líderes de opinión, guías de la verdadera democracia, exhibe la pobreza de nuestros argumentos, creer que ser oposición consiste en decir a todo que no cuando provenga del oficialismo es la peor oferta de nuestro pensamiento que podemos dar a la conversación pública.


El llamado a la abstención exhibe a los líderes de opinión como cazadores de aprobación, una vez más:  huevones; es más simple fomentar la ignorancia que elaborar una lista de candidatos a personas juzgadoras que valen la pena. 

Yo no me voy a quedar en casa ese domingo. No donaré mi silencio como bandera del régimen. No dejaré la boleta en blanco para que otros firmen el cheque en mi nombre. Prefiero la decepción activa al letargo cómodo.  Voy a votar. No porque crea en la salud del sistema, sino porque sé que un paciente moribundo se apaga más rápido si nadie le mide la fiebre.  

Anécdota personal. He sido tallerista de cuento. Invariablemente, como instructor, enfrentas a un alumno que presenta un texto desafiante, grosero incluso, que sólo tiene la intención de generar molestia. Mi respuesta ante ese tipo de textos siempre es la misma: piensa en la persona que más quieres, ¿eso es lo que quieres que lea con tu firma?

En mi caso, la persona que amo es mi hijo, frente a él, ¿le voy a decir que no vale la pena revisar quiénes son los candidatos?, ¿que no vale la pena ir a ejercer nuestro derecho a votar?, ¿le voy a mentir señalando que no vale la pena informarse y lo mejor es quedarse en la ignorancia y no participar?

Sí, elegir a las personas juzgadoras es un absurdo. Sí, todo está mal con esta elección, pero no participar es renunciar a nuestro primer derecho como ciudadanos, es acomodarse en la hamaca de la irresponsabilidad para seguir diciendo que todo está mal y somos víctimas de los poderes fácticos.

Coda. Voto por fe en las instituciones. Voto para no perder del todo la dignidad. Voto para que, cuando mi hijo me pregunte qué hice mientras otros decidían por mí, tenga algo que decirle sin bajar la mirada. Voto porque aún creo que una grieta es mejor que un muro, y porque un voto puede ser el eco más fuerte del desacuerdo. Voto no porque el sistema lo merezca, sino porque la indiferencia lo perpetúa. Voto porque callarse no es neutralidad: es ceder. Y yo no pienso ceder, creo en el poder de la conversación, en que podemos participar.

@aldan


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