Estambul volvió a sonar como punto de partida para la paz, pero la cita de este jueves entre Rusia y Ucrania estuvo marcada por las ausencias más que por los acuerdos. A tres años de que se suspendieran las negociaciones bilaterales, las delegaciones volvieron a reunirse, aunque sin la presencia de los dos líderes centrales del conflicto: Vladimir Putin y Volodimir Zelenski. Una cumbre que prometía un reinicio de conversaciones terminó reflejando lo mismo de siempre: desconfianza, juegos de poder y mucha diplomacia de suplentes.
La delegación rusa llegó encabezada por Vladimir Medinski, exministro de Cultura y el mismo negociador de 2022. Lo acompañaron Mijaíl Galuzin, viceministro de Relaciones Exteriores, y Aleksandr Fomin, viceministro de Defensa. Según Moscú, ellos representan la voluntad de reanudar el diálogo. Pero ni la presencia de altos cargos evitó que la atención se centrara en la decisión de Putin de no asistir. La vocería del Kremlin fue clara: “No hay tales planes en este momento”, reiteró Dmitri Peskov.
Desde Ucrania, el mensaje fue igual de ambiguo. Zelenski viajó a Ankara para reunirse con Recep Tayyip Erdogan, pero dejó en el aire su participación directa en las negociaciones. Aunque pidió públicamente a Putin que asistiera a un encuentro cara a cara, él mismo evitó acudir a Estambul y envió como representante al ministro de Defensa, Rustem Umérov. “La delegación está lista… el encuentro podría ser hoy, podría ser mañana”, dijo Zelenski, sin confirmar la reunión formal.
La ausencia de Putin fue criticada incluso por aliados y mediadores. Luiz Inácio Lula da Silva, quien hacía escala en Moscú tras su paso por China, le pidió personalmente al presidente ruso que asistiera. También Donald Trump, que venía impulsando el encuentro, minimizó la falta de compromiso de Putin, aunque tampoco se presentó en Turquía. “No pensé que fuera posible que Putin fuera si yo no estaba allí”, dijo desde Doha. En su lugar, envió al secretario de Estado, Marco Rubio, y al enviado especial Steve Witkoff, quienes sí mantuvieron reuniones con diplomáticos ucranianos.
Las negociaciones, sin embargo, no son meramente logísticas. La postura rusa insiste en retomar el protocolo de 2022, exigiendo la capitulación de Ucrania como base para la paz. Medinski fue enfático en señalar que el objetivo es una paz “duradera y a largo plazo”, eliminando las causas profundas del conflicto. Para Kiev, en cambio, esta narrativa es un intento de validarse como parte agraviada, pese a ser el invasor. Zelenski expresó que si Rusia no acepta un alto al fuego inmediato, se deberían intensificar las sanciones económicas y políticas.
El desprecio ruso hacia Zelenski también se ha hecho explícito. Lavrov lo calificó como un “interlocutor patético”, y se ha difundido en medios turcos la idea de que Putin ni siquiera lo reconoce como presidente legítimo. Esto explica no sólo la ausencia de Putin, sino la falta de señales claras sobre una voluntad de negociación real desde Moscú.
Mientras tanto, en el terreno, la guerra sigue su curso. En las últimas 24 horas, cinco civiles murieron y casi 30 resultaron heridos por ataques rusos en regiones orientales de Ucrania. La ONU estima que más de 12 mil civiles han muerto en tres años de conflicto, junto a decenas de miles de soldados de ambos lados. El contraste entre la diplomacia de trajes en Estambul y la crudeza del frente de batalla no podría ser más claro.
Desde la OTAN y Turquía se mantienen esperanzas prudentes. El jefe de la Alianza Atlántica, Mark Rutte, declaró que “si los rusos también están dispuestos a colaborar, podría haber avances”, mientras el canciller turco Hakan Fidan consideró que esta es una ventana de oportunidad para abrir un nuevo capítulo. Pero la falta de voluntad de alto nivel y el desfile de intermediarios, ausencias y declaraciones cruzadas hacen pensar que la paz sigue siendo un horizonte lejano.




