La Columna J
Zenón de Citio
“Cuando te levantes por la mañana, piensa en el privilegio de vivir: respirar, pensar, disfrutar, amar”: Marco Aurelio.
Hoy es un extraordinario día, estimado lector. Espero que se encuentre bien. Agradezco nuevamente su atención y disposición para dar lectura a esta columna, y sobre todo a este medio ejemplar, LJA.MX, por el espacio brindado cada semana.
En esta ocasión quiero abordar la primera parte sobre la filosofía estoica, tomando como ejemplo al primer precedente de este modo de ver y vivir la vida: Zenón de Citio. Es menester recordar que los estoicos son una escuela de sabiduría aplicada, no especulativa, que tiene distintos estilóbatos, entre ellos, el aceptar las cosas tal y como son.
La vida estoica tiene como base el vivir de acuerdo con la naturaleza. Ahora, cuando la humanidad está condecorada por la intransigencia y la decadencia de las redes sociales, aunado a la velocidad impositiva, resulta extraordinario poder dilucidar esta postura que abraza al destino. La filosofía tiene un despertar, una resurrección que no es una solución paliativa, sino una conquista integral para robustecer la propia existencia.
Ante las distintas adversidades del ser humano, resulta ineludible tener una base que traspase la recomendación optimista plasmada en Instagram. Tener control sobre las emociones, conciencia sobre la percepción del tiempo, y una concepción real y materialista de lo que es importante, es un primer paso para lograr equilibrio en la vida.
En una breve reseña de la vida de Zenón, recordamos que era un comerciante acaudalado, de una familia dedicada a los negocios. Su lugar de nacimiento no es exacto; no obstante, se aduce que fue en el actual Chipre. Forjado en la inercia del intercambio de mercancías y la riqueza que genera dicha actividad, emprendió un viaje por alta mar. La vida, así como la describe Walt Whitman en su poema Carpe Diem, le destrozó su embarcación y, con ello, toda su mercancía, que representaba su patrimonio.
De manera milagrosa, su cuerpo llegó con vida a las playas griegas. Al despertar, se dio cuenta de que no tenía nada. Evidentemente, no tenía un celular para hablarle a su familia y pedir una transferencia, ni una app para solicitar un Uber que lo llevara. Estaba solo, sin nada, en medio de la nada.
“Somos seres humanos, llenos de pasión.
La vida es desierto y también es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos convierte en
protagonistas de nuestra propia historia…
Pero no dejes nunca de soñar,
porque solo a través de sus sueños
puede ser libre el hombre”.
(Fragmento del poema Carpe Diem de Walt Whitman)
Zenón pidió al oráculo una señal. Ante las diversas circunstancias, tuvo contacto con las obras de Sócrates. Inspirado e impresionado por la sublime obra del filósofo, preguntó: ¿Dónde puedo encontrar a un Sócrates? A lo que le respondieron: Ahí va Crates de Tebas, acércate a él y te dará luz y conocimiento. Crates había sido un hombre próspero, pero al entender que la posesión material es una simple ilusión, decidió donar todo y vivir en la calle junto con su esposa. Zenón le aprendió lo más que pudo y forjó su filosofía estoica.
Metáfora: Solo nos podemos encontrar cuando nos perdemos, así como el tiempo ha perdido su dirección y así como el viento rompe en todos lados y en ninguno. Nada en esta vida es predecible. Las ilusiones que construimos en la vida son los recuerdos de los recuerdos: una vaga idea de lo que ya no existe. Tanto las sonrisas como las lágrimas son destinos.
El estoicismo, en su esencia, adopta una línea que permea en el cultivo de una actitud de aceptación. Los personajes citados aceptaron su destino. Amor fati, lo abrazaron, y vivían en el presente, entendiendo que en el pasado están los dolores y en el futuro las preocupaciones. Aceptaron que lo único que podían controlar era la propia emoción. Comprendieron que la trascendencia está en todo aquello que modifica el equilibrio. Los pensamientos y los juicios son fáciles de tergiversar para las mentes débiles. Ellos fortalecían su mente ante lo que se presentaba, a fin de encontrar paz interior, equilibrio emocional, disciplina y constancia en el dominio del cuerpo para cultivar y engrandecer la mente.
En nuestro mundo moderno, basta con que una persona pierda su fortuna virtual para que decida quitarse la vida, tal como lo vimos en la crisis de las viviendas subprime en 2008. Únicamente se necesita analizar los índices de suicidio para tener perfectamente claro que la vida y el carácter de las personas son verdaderamente endebles. Hay una sobreoferta de escuelas y universidades, pero tal parece que no hay una escuela de vida como lo fue la enseñanza estoica. Bien se dice que nos formamos en la adversidad, pero la adversidad de estos días es ridícula ante el contexto histórico. La depresión y la ansiedad son la especulación de la ausencia de generaciones formadas en el sobreconsumo.
“La fortuna quiere que tenga yo mayor libertad para filosofar”: Zenón.
Cuando Zenón tenía 72 años, murió. Su pensamiento siguió permeando en los filósofos de varios siglos después.
¿A qué se viene a la vida? ¿Por qué estamos aquí?
Son preguntas llanas que trataremos de resolver en todo este camino. No obstante, en ese lapso, es digno, necesario e ineludible vivir en equilibrio. El estoicismo ya no se enseña en la Estoa, pero aún prevalece como una loable opción ante lo que vivimos.
In silentio mei verba, la palabra es poder.