- Gabriela Landín relata su experiencia de vida en Chicago tras mudarse hace 23 años por amor y no por necesidad económica
- Describe los desafíos iniciales de la soledad, el miedo por el contexto migratorio y la discriminación de género que vivió en México
Hoy trabaja en una inmobiliaria en avenida Michigan y destaca la igualdad en su dinámica familiar en Estados Unidos
Gabriela Landín nunca imaginó que su vida daría un giro de 180 grados tras conocer al que hoy es su esposo durante unas vacaciones en Aguascalientes. “Me decía que se quería casar con una mexicana y yo le decía que no… pero aquí estoy”, contó entre risas. Aunque su mudanza a Estados Unidos no fue por necesidad económica ni con un plan migratorio, su experiencia en Chicago la ha llevado a reflexionar sobre el arraigo, la identidad y los desafíos de vivir lejos de casa.
Instalada desde hace 23 años en la llamada “Ciudad de los Vientos”, Gabriela reconoció que los primeros años fueron difíciles, especialmente por la soledad. “Soy hija única, y allá en México todo era familia, amigos, fiestas, calor humano. Aquí fue como la canción de la jaula de oro. Muy bonita, pero jaula al fin”, relató.
Aunque Gabriela migró de manera legal, confesó que, en el contexto actual, incluso ella ha sentido miedo. “Ahora con todo esto de las deportaciones, incluso yo, con residencia, me siento nerviosa. Pienso en la gente que no tiene papeles, amigas mías, y me da tristeza. Si yo siento ese miedo, ¿cómo no lo van a sentir ellas?”, expresó.
‘Te puede interesar Menudos El Rápido: tradición familiar con más de 50 años‘
Señaló que, aunque no ha presenciado redadas o detenciones, las redes sociales y el ambiente general generan una sensación constante de alerta. “Todo el tiempo hay noticias, videos, rumores. Es difícil no angustiarse. Ya no sabes si va a haber redadas, si va a haber más odio… todo eso genera estrés”, dijo.
Gabriela es egresada de la carrera de Administración Financiera en la UAA, y aunque durante años se dedicó al cuidado de sus hijos, no renunció al deseo de ejercer su profesión. “Cuando mis hijos crecieron, sentí que necesitaba algo para mí, para sentirme realizada. El problema era el idioma y la falta de experiencia laboral en Estados Unidos”.
Su primer trabajo fue en un restaurante de comida rápida. Después consiguió empleo en una oficina de empleos temporales y, más tarde, sin buscarlo directamente, obtuvo una oportunidad en una inmobiliaria ubicada nada menos que en avenida Michigan, el corazón financiero de Chicago.
Hoy es administradora de oficina, encargada del manejo de comisiones, pagos y procesos financieros. “Mi oficina tiene una vista espectacular. A veces no me la creo. Yo solo quería trabajar, apoyar a mi esposo con la hipoteca. Nunca imaginé llegar a algo así”, dice con orgullo.
La vida en Estados Unidos también le ha permitido experimentar una dinámica familiar distinta. “Aquí en mi casa todo es 50/50. Los dos trabajamos, los dos cocinamos, los dos limpiamos. No hay eso de que ‘él no me deja salir’ o ‘yo tengo que pedir permiso’ como pasaba en México”, contó.
Recordó también cómo fue discriminada por su género cuando buscaba empleo en Aguascalientes. “Me dijeron en un banco que no me contratarían porque era mujer y seguro me iba a casar y embarazar. Salí llorando. Aquí eso no me ha pasado. Aquí no importa si eres hombre o mujer; si puedes hacer el trabajo, te lo dan”.
Gabriela sabe que no todos los paisanos tienen la misma suerte y aconsejó: “A los que están aquí les diría que no bajen la guardia, que trabajen con el corazón, que lo que hagamos, lo hagamos bien. Que se vea que los mexicanos no venimos a pedir, venimos a aportar”.