¿Puede un experto en ética hablar de moral mientras enfrenta una acusación de abuso sexual infantil? Esa pregunta incómoda resuena tras la detención de Antonio María Cabrera Cabrera, sacerdote de los Legionarios de Cristo y exdirector de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac, quien fue arrestado el 11 de junio de 2025 en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, cuando se disponía a abordar un vuelo, según informó la FGR a medios como La Jornada y El Universal.
La orden de aprehensión fue girada por un juez del Estado de México el 26 de mayo, a raíz de una denuncia interpuesta el 14 de enero por un caso de presunta violación agravada a un menor, ocurrida hace aproximadamente 20 años. La Fiscalía General de Justicia del Estado de México lo trasladó al penal de Barrientos, en Tlalnepantla, para enfrentar su proceso judicial ante un juzgado especializado en delitos de alto impacto.
La FGR destacó la colaboración de Interpol ante una posible intención de fuga. De hecho, según Infobae, la detención ocurrió cuando Cabrera regresaba del extranjero. Su audiencia inicial definirá si permanece bajo prisión preventiva, aunque la gravedad de los cargos apunta en esa dirección.
Hasta aquí, un caso más —otro más— de abuso clerical que involucra a los Legionarios de Cristo, congregación fundada por el depredador sexual Marcial Maciel. Pero lo que añade una capa inquietante al caso Cabrera es su doble vida como académico de prestigio en bioética: licenciado y doctor en teología moral por el Ateneo Regina Apostolorum de Roma, doctor en investigación por la Universidad Anáhuac, autor de propuestas metodológicas sobre infertilidad, fundador de proyectos de divulgación y comités de ética en la Anáhuac y la UNAM. Todo ese currículum ahora comparte espacio con un expediente judicial.
La congregación legionaria, por su parte, emitió un comunicado que no escapa a la fórmula ensayada tras escándalos pasados. Aseguran que no han recibido información oficial, pero que están “en plena disposición” de colaborar y ratifican su “compromiso con la protección de menores, la justicia y una cultura de transparencia”. Una frase que, a estas alturas, suena menos a un propósito institucional que a un copy-paste desesperado.
Cabe recordar que, según un informe interno citado por Animal Político, el propio Maciel abusó de al menos 60 menores. El patrón se repite: formación romana, prestigio académico, protección institucional, y luego el colapso. El hecho de que el caso se remonte a hace 20 años no exime de responsabilidad ni a la persona acusada ni a la red de encubrimientos que suele acompañar estos procesos.
Mientras la justicia mexicana define la situación jurídica de Cabrera, la Universidad Anáhuac y los comités de ética donde participaba guardan silencio. ¿Qué pasa cuando quien debía enseñar bioética es acusado de destruir las bases éticas más elementales? Al parecer, lo mismo que en otras tragedias de sotana: se detiene al hombre, pero no al sistema que lo sostuvo.




