El asesinato de cinco integrantes del Grupo Fugitivo, ocurrido en Reynosa, Tamaulipas, puso una vez más bajo escrutinio la relación entre el crimen organizado y el mundo musical regional. Tras varios días de incertidumbre y presión pública, las autoridades federales capturaron a tres presuntos miembros del Cártel del Golfo vinculados a este crimen, entre ellos Santos “N”, alias “El M-47” o “Jimmy”, señalado como autor intelectual del secuestro y asesinato.
Los músicos, contratados para tocar en una supuesta fiesta privada el 25 de mayo, fueron llevados con engaños hasta un predio abandonado, donde fueron ejecutados y posteriormente calcinados. El único sobreviviente, el vocalista de la banda, se salvó por llegar tarde. Su relato permitió reconstruir parte del operativo de engaño: la dirección que recibió lo llevó a un lote baldío sin rastro de sus compañeros ni del equipo musical.
Según las autoridades, “El M-47” fungía como jefe operativo del grupo delictivo “Los Metros”, célula del Cártel del Golfo bajo el mando de César “N”, alias “El Primito”. A esta facción se le atribuye un largo historial de secuestros, tráfico de drogas y cobro de piso en Tamaulipas. En los cateos a tres inmuebles en Reynosa —realizados por Sedena, FGR, GN, Semar y SSPC— se incautaron armas largas y cortas, más de siete kilos de drogas, 800 mil pesos en efectivo y una docena de vehículos, algunos presuntamente usados en actividades criminales.
Este operativo se suma a otras acciones previas, como la detención de nueve presuntos implicados el 29 de mayo. Según el fiscal de Tamaulipas, Irving Barrios Mojica, estas personas también formarían parte de “Los Metros” y estarían directamente relacionadas con la privación de la libertad y el homicidio de los músicos. Se les aseguraron armas y vehículos, aunque familiares de algunos detenidos aseguran que fueron capturados sin orden judicial, golpeados e incluso disfrazados con uniformes tipo militar.
La fiscalía confirmó que los cuerpos fueron encontrados calcinados días después en la colonia Aquiles Serdán, pero algunos familiares, en conjunto con colectivos de búsqueda, cuestionan la identidad de los restos, afirmando que no corresponden a sus seres queridos.
El caso ha despertado indignación no solo por la brutalidad del crimen, sino por el patrón que representa: músicos populares que sobreviven gracias a contrataciones privadas y que, en un entorno dominado por el narco, pueden convertirse en víctimas involuntarias o daños colaterales. Aunque aún no se esclarece el motivo exacto detrás del asesinato, el contexto apunta a la peligrosa cercanía entre el entretenimiento regional y el crimen organizado, donde tocar en una fiesta puede costar la vida.
En total, ya suman 12 los detenidos por el caso, mientras la sociedad civil exige justicia y las autoridades federales intentan presentar el caso como un golpe a la estructura criminal del Cártel del Golfo. Sin embargo, la narrativa oficial aún convive con las dudas de los familiares, las fallas del sistema forense y las denuncias por detenciones arbitrarias. El silencio de los instrumentos musicales de Grupo Fugitivo ahora resuena como eco de una realidad que pone en jaque no solo a los artistas, sino a toda la vida pública de regiones como Tamaulipas.




