Seguramente, en más de una ocasión has visto o escuchado las siglas LGBTQIA+ y, si eres de quienes navegaban en internet cuando la red social del momento era MySpace, probablemente te preguntes de dónde salieron tantas letras, porque en tus tiempos se utilizaban menos. La explicación es simple: cuando hablamos de diversidad sexual, nos referimos a todas las posibilidades que tienen las personas de asumir, expresar y vivir su sexualidad; y actualmente se conocen más orientaciones e identidades que describen las experiencias de la comunidad, como la intersexualidad y la asexualidad. Por eso, se han ampliado las siglas.
Podríamos dedicar horas a hablar de cada una de las letras de LGBTQIA+ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Queer, Intersexuales, Asexuales y otras orientaciones), pero en esta nota hablaremos únicamente sobre la asexualidad.
La asexualidad es una orientación sexual que podemos definir como aquella en la que no se experimenta atracción sexual hacia ninguno de los géneros. Es importante enfatizar que esto no significa que no haya comportamiento sexual, capacidad de excitación o interés romántico/afectivo por otras personas. ¿Suena confuso? No te preocupes, algo que puede ayudarnos a entenderlo mejor es la diferencia entre atracción y comportamiento sexual.
Primero, debemos saber que la atracción sexual es una respuesta emocional y/o física hacia otra persona que provoca el deseo de tener una relación sexual o de involucrarse en actividades íntimas. La atracción sexual no es uniforme para todos: puede variar en intensidad y frecuencia entre distintas personas, y también cambiar a lo largo del tiempo. Por eso se habla de la asexualidad como un espectro, en el cual algunas personas experimentan una fuerte atracción sexual (alosexualidad), otras pueden tener una atracción limitada o esporádica (grisexualidad), otras la sienten solo tras una conexión emocional profunda (demisexualidad), y algunas no la experimentan en absoluto (asexualidad).
Por otro lado, el comportamiento sexual suele estar impulsado por el deseo y la atracción hacia otra persona, pero también por las emociones asociadas con la intimidad. Esto quiere decir que no es necesario sentir atracción sexual para que alguien decida involucrarse sexualmente, ya que puede disfrutar de las sensaciones físicas y de las experiencias íntimas por otros motivos.
Si aún no queda claro, las personas asexuales suelen explicarlo con una metáfora del pastel. Y aunque suene un poco absurdo, tiene sentido. Imaginemos que la atracción sexual es como un pastel: una persona puede decir que no se le antoja un pastel, pero si lo prueba, podría disfrutarlo… o no. Lo mismo ocurre con la asexualidad: hay personas asexuales que, aunque no sientan atracción sexual, pueden disfrutar tener relaciones sexuales, y también hay quienes no lo desean o incluso se sienten incómodas o repelidas por el contacto sexual.
Entonces, ¿las personas asexuales pueden tener pareja?
Sí. La atracción sexual es distinta de la atracción romántica o platónica (como la amistad). Aunque pueden coincidir, la atracción romántica se enfoca en el deseo de formar una relación emocional profunda y duradera, mientras que la atracción sexual se centra en el deseo de intimidad física. Se suele decir que lo ideal en una relación de pareja es que existan ambos tipos de atracción, pero en el caso de la asexualidad no tiene por qué ser así.
De la misma manera que la asexualidad implica poca o nula atracción sexual, existe una orientación romántica conocida como arromanticismo, que implica sentir poca o ninguna atracción romántica hacia los demás. Así, puede haber personas asexuales arrománticas, que no experimenten ninguno de estos tipos de atracción ni deseen establecer una relación romántica.
La asexualidad no es una decisión: es una orientación sexual válida y diversa que refleja la amplia gama de experiencias humanas en torno al deseo y la atracción. Entender la asexualidad ayuda a promover la inclusión y el respeto hacia todas las formas de orientación sexual, apoyando la aceptación de las distintas maneras en que las personas experimentan y expresan su identidad. Es fundamental seguir conversando sobre aquellas orientaciones e identidades menos reconocidas para lograr mayor visibilidad e inclusión para todes.




