En un país donde trabajar de sol a sol sigue siendo regla más que excepción, el debate por la reducción de la jornada laboral a 40 horas ha encendido una discusión que va mucho más allá de números y productividad. En los recién iniciados Foros para la Implementación de la Semana Laboral de 40 Horas, quedó claro que la pugna no es técnica: es política, es ética y es profundamente estructural.
Aunque el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Francisco Cervantes, reconoce la legitimidad de reducir la jornada laboral, su discurso no escapa a la narrativa clásica del pánico económico: “caída del 6 % en la economía”, “inflación del 3 %”, “desabasto por falta de personal”. Un repertorio predecible que se despliega cuando los derechos laborales pisan territorio empresarial.
La Confederación de Trabajadores de México (CTM) respondió con una propuesta concreta: una transición de dos años, no hasta 2030. En su decálogo presentado el 19 de junio, plantearon la necesidad de una prima sabatina, una reforma constitucional que consagre el derecho al descanso por cinco días trabajados, ajustes al ISR para desincentivar la penalización fiscal por horas extra, y un enfoque de salud mental y bienestar. “Menos horas, más vida. Más derechos, menos desgaste”, sintetizó la organización, que también aclaró que solo el 8 % de sus sindicatos están en MIPYMES, desmontando el mito de que esta reforma atentará contra ese sector.
El secretario del Trabajo, Marath Bolaños, respaldó la medida asegurando que no habrá marcha atrás. Acompañado por la jefa de Gobierno Clara Brugada y especialistas, defendió la iniciativa señalando que “trabajar más de 40 horas incrementa los niveles de ansiedad, depresión y enfermedades cardiovasculares”, además de reducir la productividad. Citando a la Organización Internacional del Trabajo, Bolaños explicó que reducir horas no solo no daña la economía, sino que mejora el rendimiento y el bienestar.
A pesar del consenso técnico y sindical, las cámaras empresariales —particularmente la Canaco CDMX— repitieron el argumento del colapso de las pequeñas empresas. Vicente Gutiérrez Camposeco advirtió que la informalidad podría pasar del 55 % al 65 %, olvidando que la informalidad ya es estructural, anterior a esta reforma y causada por factores mucho más complejos que el horario laboral: corrupción, falta de financiamiento, evasión fiscal, extorsión, ausencia de capacitación y competencia desleal. La jornada de 40 horas no crea informalidad: visibiliza la que ya existe y obliga al Estado a tomar cartas en el asunto.
En paralelo, sindicatos como el SME y el de los mineros plantearon rutas de implementación con etapas, acompañamiento técnico, observatorios sociales y garantías salariales. Martín Esparza (SME) lo dijo con claridad: “Esto no debe implicar pérdida salarial, sino mejora en la calidad de vida”. Para Napoleón Gómez Urrutia, reducir el tiempo laboral es también una urgencia sanitaria: “Cada hora extra sin descanso es una hora que se le arrebata al cuerpo, a la mente y al hogar”.
El Frente Nacional por las 40 Horas, representado por Erick Juárez, denunció que en estos foros los sindicatos charros tienen más voz que los trabajadores de base. “Vivimos al día sin tiempo para nuestras familias ni para estudiar más. ¿Dónde están las compañeras de maquila, las trabajadoras domésticas, las de salud?”, cuestionó al exigir que la reforma no sea gradual ni excluyente.
La iniciativa, lejos de ser una amenaza económica, es una deuda histórica con la clase trabajadora mexicana. Mientras en otros países se discuten jornadas de 32 horas, México apenas busca salir del rezago centenario que normalizó semanas laborales de hasta seis días sin compensación real. El discurso de “prudencia” económica ha sido siempre el disfraz del inmovilismo.
La verdadera pregunta no es si estamos listos para trabajar menos. Es si como país, después de décadas de precariedad, podemos permitirnos seguir igual. Porque como lo resumió Tereso Medina de la CTM: “40 horas trabajadas por 56 pagadas. Ningún trabajador debe perder ingresos por ejercer este derecho”.




