Repartir culpas | Bajo presión por: Edilberto Aldán - LJA Aguascalientes
13/07/2025

Bajo presión 

Repartir culpas

Nada se puede hacer contra la violencia que sufren los mexicanos en Estados Unidos, por lo menos desde México, sólo podemos atestiguar las consecuencias de la estrategia del miedo implementada por Donald Trump; por supuesto, el gobierno mexicano podría mejorar el apoyo consular para quienes, por las razones que sea, abandonan el país en busca de cumplir el sueño americano, de ahí en fuera nada está en las manos de quienes vivimos en México.

La solidaridad con las manifestaciones, el apoyo emocional resultan poco efectivos para los mexicanos que con miedo y escondidos por su situación legal salen todos los días a trabajar para, muchos de ellos, enviar dinero desde Estados Unidos a sus familias en México.  

Una forma de participar sería proponiendo planes a las autoridades mexicanas para mejorar la atención a los migrantes, acciones efectivas que puedan mejorar sus condiciones, en vez de eso, lo que tenemos es un circo de múltiples pistas donde payasos deslenguados de Morena, PRI y PAN soplan al fuego para avivarlo.

“Nosotros vamos a defender siempre a los mexicanos; segundo, hay que actuar siempre de manera responsable, con la cabeza fría, en todo, pero en particular la relación con Estados Unidos; y tercero, el papel que deberíamos estar jugando todos los mexicanos y mexicanas es de la defensa de nuestros connacionales allá, que están viviendo una situación difícil”, dijo la presidenta Claudia Sheinbaum en la conferencia matutina, donde además tiene que justificar el llamado a la movilización que realizó hace semanas, porque la oposición busca sacar raja política de las acusaciones estadounidenses que la responsabilizan de la violencia en las manifestaciones.

La presidenta aseguró que defendería a los mexicanos con la cabeza fría, pero al igual que el resto de los actores políticos, se le calentó la lengua y dedicó una sección de su conferencia a culpar a la derecha y conservadores por tergiversar su llamado a la movilización. Todo el reconocimiento que puede obtener la presidenta por su serenidad y paciencia ante las agresiones del gobierno de Trump, se pierden cuando Claudia Sheinbaum le habla a sus huestes, por el cálculo político con que quiere mantener a la oposición arrinconada, promover de manera continua que Morena llegó para quedarse y no son iguales.

Eso es lo único que explicaría la pérdida de tiempo de la presidencia al seguir el juego de la polarización. Claudia Sheinbaum tiene niveles altísimos de aprobación; ha contenido lo más posible el desastre económico que le dejó Andrés Manuel López Obrador; sus propuestas en materia de salud, educación y seguridad, en los hechos, se están alejando de las ocurrencias de su predecesor; la presidenta no tiene ninguna necesidad de asegurarle votos a Morena y, sin embargo, no pierde la ocasión para repetir el discurso en contra de sus adversarios.

Quizá esa necesidad de confrontación constante responde al miedo, ese mismo que exportó Trump, pero que aquí florece por cuenta propia,  a perder el control del discurso. Porque más allá de los números favorables y del temple que pueda mostrar en Palacio Nacional, Claudia Sheinbaum sabe que el verdadero reto está en gobernar sin el escudo retórico del “enemigo conservador”. Gobernar sin López Obrador al frente de la narrativa implica reconocer que el país ya no está para batallas simbólicas, sino para respuestas concretas.


Mientras en Washington se criminaliza al migrante, en México se le utiliza como arma política. Las declaraciones de la presidenta no se traducen en aumento de recursos a los consulados, ni en asesoría legal gratuita para quienes enfrentan redadas o discriminación laboral. El aparato diplomático mexicano, rebasado y burocrático, sigue siendo una institución de élite, más cercana a los chocolates Ferrero y brindis con embajadores que a las visitas a shelters fronterizos.

La migración mexicana ya no es solo una cuestión económica, sino una tragedia humanitaria en cámara lenta. Lo peor es que, desde este lado de la frontera, ni siquiera se reconoce así. La narrativa oficial sigue atrapada en la lógica de la soberanía, del respeto mutuo, de las buenas relaciones bilaterales, como si se tratara de un acuerdo comercial y no de la vida de millones de personas. Y cuando el tono sube, cuando hay valentía para decir lo que se piensa, suele ser en clave electoral, no moral.

No se trata de exigirle a la presidenta que cruce la frontera para rescatar a cada mexicano perseguido en Estados Unidos, pero sí que no convierta su defensa en un eslogan. Que no confunda diplomacia con ambigüedad ni prudencia con inacción. Defender a los mexicanos en el exterior no implica declarar la guerra a Trump, pero sí tener claro que no basta con los discursos matutinos si, al otro lado del muro, lo que hay es persecución sistemática y miedo.

México tiene que decidir si sigue siendo un país que expulsa a su gente y luego la olvida, o si de verdad quiere construir una política migratoria integral, con visión binacional, que acompañe, proteja y represente a quienes llevan décadas sosteniendo buena parte de su economía desde el norte. Todo lo demás, las movilizaciones, los discursos, las culpas repartidas, es parte de esa farsa cotidiana donde se defiende la patria con palabras, pero se abandona a los patriotas con papeles vencidos.

Mientras Claudia Sheinbaum sostenga este escenario y sus voceros repitiendo la repartición de culpas, el morenaje seguirá sin entender qué tiene que hacer en apoyo a su gobierno y a la presidenta, continuarán las payasadas de Gerardo Fernández Noroña azuzando muy machito a legisladores estadounidense, por ejemplo.

Lamentablemente, no parece cercano un cambio de juego, la oposición responde pavlovianamente a los señalamientos de la presidenta, le sigue el juego montándose en la repartición de culpas. Como Alejandro Moreno o Ricardo Anaya, como el líder nacional del PRI dándoselas de valiente señalando que la labor del Revolucionario Institucional es cuidar a todos los mexicanos; o el senador del PAN insistiendo en que la presidenta sí llamó a que hubiera manifestaciones, cuando ya quedó aclarado que no fue así, lo que consigue es sólo alimentar el fuego y complicar el problema.

Nada cambia porque nadie quiere cambiar nada. Claudia Sheinbaum podría marcar distancia real con su antecesor y empezar a gobernar con visión de Estado, pero prefiere el aplauso fácil de la trinchera. La oposición podría asumir un papel responsable y propositivo, pero opta por reciclar los mismos argumentos de siempre, creyendo que eso les devolverá relevancia. 

Coda. Mientras tanto, los mexicanos en Estados Unidos siguen enfrentando redadas, discriminación, miedo. Sin consuelo, sin defensa, sin país que los abrace.

@aldan


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