Mientras la reforma a la jornada laboral duerme el sueño legislativo, y la idoneidad de los nuevos ministros de la Suprema Corte ni siquiera se discute con seriedad, en el Senado se está librando una batalla urgente, de esas que no dan tregua: quitarle la toga a los ministros. Porque, claro, lo que más distancia al Poder Judicial del pueblo mexicano es… la seda negra.
Senadores oaxaqueños de Morena —Laura Estrada Mauro, Luis Alfonso Silva Romo y Antonino Morales Toledo— presentaron una iniciativa ante la Comisión Permanente para modificar el artículo 4º de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Su cruzada: eliminar el uso obligatorio de la toga y permitir que las y los ministros asistan a las audiencias con ropa “formal o tradicional”, alineada con sus orígenes y costumbres. Así, según La Jornada, la justicia mexicana podría por fin verse “cercana”.
El razonamiento es tan claro como profundo: si la toga representa elitismo y lejanía, al quitarla se abate automáticamente la desigualdad. Como reportó Animal Político, Antonino Morales aseguró que la nueva justicia “debe vestir la indumentaria de nuestra gente”, con lo que, suponemos, portar huipil o guayabera será el nuevo umbral de sensibilidad jurídica.
La iniciativa no se queda ahí. En un giro digno de guión, el cambio de vestuario se vincula con la posible llegada de Hugo Aguilar Ortiz, un jurista indígena, a la presidencia de la Corte. Desde Morena, aseguran que esta elección marca un antes y un después. Según declaraciones citadas por El Universal, vestir de acuerdo con los pueblos originarios reforzará el pluralismo jurídico y la conexión con el pueblo. Porque ¿qué mejor forma de acercarse a la justicia social que haciendo un cambio de outfit?
Pero no todo el mundo está listo para la pasarela de la transformación. Rubén Moreira, coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, puso freno al entusiasmo textil. En entrevista con Milenio, defendió el simbolismo de la toga: su peso representa la gravedad del cargo, las mangas amplias simbolizan la necesidad de interpretar la ley con amplitud, y el color negro, la seriedad del encargo. “No es un capricho ni algo para celebrar”, advirtió. Como si vestir bien no fuera parte del desempeño profesional.
Moreira también lanzó una piedra directa al vitral simbólico: recordó que Hugo Aguilar Ortiz ha sido señalado por presuntamente despojar de tierras a comunidades indígenas, lo cual no cuadra muy bien con la imagen de renovado defensor de los pueblos originarios. Pero tal vez lo importante no es lo que haces, sino cómo te vistes mientras lo haces.
Así, mientras el país arrastra pendientes estructurales que no caben ni en el clóset, el Senado se concentra en lo verdaderamente “relevante”: un cambio de uniforme para renovar el sistema. Porque si algo hemos aprendido de los últimos años, es que en la Cuarta Transformación, la forma a menudo pesa más que el fondo. Y si la justicia es ciega, mejor que por lo menos se vea bien.




