En el eterno loop de la política tecnológica estadounidense, TikTok vuelve a ganar tiempo. Donald Trump ha firmado una tercera prórroga de 90 días que permitirá a la aplicación seguir activa en Estados Unidos, a pesar de la ley vigente que exige su venta o prohibición total. Oficialmente, el reloj sigue corriendo; en la práctica, estamos en un “Día de la Marmota” geopolítico con filtros de belleza y bailes virales.
Desde que asumió el cargo el 20 de enero, Trump ha utilizado la amenaza de prohibición como ficha de negociación con China y como arma de campaña con los jóvenes. Su cuenta en TikTok, que acumula más de 15 millones de seguidores, es un símbolo perfecto de esta dualidad: discurso duro contra ByteDance por “seguridad nacional”, pero práctica blanda y colaborativa con la plataforma que le ayuda a conectar con votantes veinteañeros.
Las prórrogas han sido frecuentes, pero no inocuas. Según CNN, la Casa Blanca afirma que se necesita más tiempo para cerrar un acuerdo que garantice que los datos de los usuarios estadounidenses estén a salvo. Sin embargo, tras múltiples rondas de negociación, nada se ha cerrado. Un acuerdo avanzado en abril se vino abajo luego de que Trump decidiera imponer nuevos aranceles a China. Beijing, por supuesto, se retiró de la mesa, y TikTok volvió a quedar en el limbo.
Mientras tanto, Apple, Google y Oracle siguen ofreciendo soporte a la app, luego de recibir garantías del Departamento de Justicia de que no serán sancionados. Nadie quiere ser el primero en desconectarla. La administración, por su parte, prefiere evitar litigios, probablemente para no abrir un nuevo frente legal en un terreno lleno de incertidumbres constitucionales sobre censura, competencia y relaciones internacionales.
Associated Press reporta que los términos de la posible venta permanecen ocultos y que no hay un nuevo marco negociador claro. ByteDance, por su parte, ha advertido que cualquier acuerdo requerirá la aprobación de China y que el “algoritmo” de TikTok no está sobre la mesa, lo cual complica aún más cualquier intento de venta real.
Lo que sí se sabe es que hay una fila larga de interesados en comprar la app o participar en el nuevo ente escindido: desde fondos de inversión hasta figuras como MrBeast, pasando por Amazon y la empresa de IA Perplexity. También se sabe que Trump, al igual que en su primer mandato, sigue combinando su hostilidad con la plataforma con un inesperado afecto: “Tengo un punto débil por TikTok”, dijo en enero, y no parece haber cambiado de parecer.
La ley de prohibición de TikTok, impulsada en la administración Biden y aprobada con apoyo bipartidista, sigue técnicamente vigente. Pero es solo un marco legal sin ejecución real. Salvo un apagón de 14 horas en enero, la aplicación ha operado sin mayores problemas gracias a las decisiones ejecutivas de Trump.
Todo esto hace que analistas como Jeremy Goldman, de Emarketer, consideren la situación como un “purgatorio de fechas límite”, donde la amenaza constante reemplaza a la acción efectiva. La estrategia parece estar menos enfocada en resolver el conflicto y más en capitalizarlo políticamente. TikTok no solo sigue en pie; también sigue siendo útil.
Con esta tercera extensión, TikTok podrá operar al menos hasta el 17 de septiembre. Para entonces, podría haber otra prórroga. O una venta. O una cuarta amenaza. Lo único seguro es que, entre aranceles, algoritmos y ambiciones electorales, esta no es solo una guerra tecnológica: es una batalla de narrativas en 60 segundos y pantalla vertical.




