Bajo presión
Tormenta tropical
A diferencia del sexenio anterior, ante el arribo del huracán Erick, el gobierno federal implementó múltiples medidas preventivas: desde el despliegue anticipado del Plan DN-III hasta mensajes de la presidenta Claudia Sheinbaum llamando a la población de las costas de Guerrero y Oaxaca a mantenerse alerta, incluso cuando el fenómeno ya había perdido fuerza.
Los titulares de la Marina y de la Coordinación Nacional de Protección Civil participaron en la conferencia matutina, explicando el despliegue de las fuerzas armadas y las medidas de auxilio a la población afectada. Antes de que el huracán tocara tierra, Sheinbaum difundió un mensaje por todas sus redes sociales; con suma responsabilidad, cedió el espacio de su conferencia a quienes contaban con información relevante para enfrentar la contingencia.
La acción del gobierno contribuyó en gran medida a que, hasta el momento, se reporta saldo blanco mientras Erick se disipa como depresión tropical. La presencia constante de las autoridades en los medios de comunicación ayuda a que en Guerrero y Oaxaca la población no baje la guardia. Como pocas veces, el gobierno dejó de lado la propaganda para enfocar su mensaje.
Y sin embargo, antes de difundir la información sobre el huracán -o incluso sobre seguridad, que suele ser el tema favorito del oficialismo para evidenciar que sí tiene resultados-, el equipo de comunicación de Claudia Sheinbaum prefirió destacar otra cosa: que la presidenta “obtuvo 82.5 por ciento de aprobación en la última encuesta de Factometrica y Reporte Índigo durante el mes de junio”. Un dato útil para alimentar la narrativa de que la legitimidad del régimen descansa en la popularidad. Una narrativa que terminará por volverse en su contra, al colocar sobre los hombros de una sola figura la totalidad de las expectativas.
En la conferencia matutina, además del huracán, Sheinbaum abordó muchos otros temas: negó intentos de censura por parte de los gobiernos de Campeche y Puebla; se pronunció a favor de mantener la prisión preventiva oficiosa “frente a la situación de inseguridad que vive el país”; confió en concretar un acuerdo global con Estados Unidos; subrayó la importancia de su encuentro con el primer ministro de Canadá… Incluso abordó la cuestionada elección judicial:
“Este cambio que hay en el Poder Judicial no es para que la presidenta tenga poder sobre el Poder Judicial. No luchamos tantos años por la democracia, no propusimos la elección del Poder Judicial, para que acabáramos dándole instrucciones al Poder Judicial”, insistió Sheinbaum; todos esos temas de relevancia, y lo que que eligió destacar su equipo de comunicación fue que la presidenta cuenta con el 82.5 por ciento de aprobación.
Al elegir la propaganda festiva antes que las acciones efectivas, se les desmorona el discurso de lucha por la democracia, cuando ni la presidenta ni su movimiento han querido reconocer las irregularidades evidentes en la elección judicial, por el contrario minimizan los delitos, como si el hecho de que alguien reparta instrucciones de voto en una elección no fuera antidemocrático.
Al justificar lo injustificable, se cae el relato heroico del que han vivido durante décadas. No se puede hablar de democracia mientras se permite, e incluso se avala, la simulación en los procesos de elección del Poder Judicial. No se puede abanderar la transformación cuando los nuevos rostros reviven los vicios del viejo régimen. Lo que exhibe esta conducta es que antes que un proyecto de cambio, en Morena les urge levantar la maquinaria electoral que permita aferrarse al poder a toda costa, en especial ahora que ya no cuentan con el empuje del liderazgo carismático que los agrupó.
Cuando se antepone la popularidad a la legalidad, la encuesta al Estado de derecho, el aplauso al respeto institucional, ¿cuál es la lucha democrática? Lo que hay detrás de la presunción de la popularidad es una estrategia de control con una sola prioridad: conservar el poder, cueste lo que cueste.
Quien lucha por la democracia no teme al disenso ni se protege con porcentajes de aprobación; no desdeña las denuncias de irregularidades ni trivializa las formas en que se vulnera la voluntad ciudadana. Claudia Sheinbaum dice que su movimiento no busca controlar al Poder Judicial, pero lo cierto es que, al cerrar los ojos ante las trampas y convalidarlas con silencio o justificaciones, está cediendo a la misma tentación autoritaria que tanto criticaron en sus adversarios. La diferencia, si alguna, es de estilo, no de fondo.
Cuando la popularidad se convierte en el único termómetro, lo importante no es la democracia, sino que todo parezca estar en orden mientras se sostenga la narrativa.
Quizá en el fondo tengan razón: no lucharon tantos años por la democracia para acabar dándole instrucciones al Poder Judicial… lucharon para que las instrucciones vinieran de otro lado, con otros nombres, pero con la misma obediencia ciega. Lucharon para cambiar de manos el mazo, no para que el juicio fuera justo.
Se equivoca quien crea que Claudia Sheinbaum puede gobernar tranquila y segura mientras mantenga altos porcentajes de aprobación. Porque aunque el huracán se disipe, la tormenta apenas comienza: las intensas precipitaciones de la avaricia ya provocan un aumento peligroso en el nivel de los egos morenistas; el partido ya está inundado de personitas con pretensiones, que se crecen encuesta pagada en mano; de principitos que reclaman el trono como herencia de sangre; de bellacos agresivos que ladran desde el ladrillo de su encargo. El exceso de agua satura, ablanda el terreno, y tarde o temprano provoca deslaves. Para allá va el partido que fundó López Obrador.
Coda. La lucha por la democracia se acaba justo en el momento en que se prefiere el poder.
@aldan
