Mi experiencia en el Servicio Social | Ambientalistas por: Pablo Ignacio Saldaña Martínez - LJA Aguascalientes
07/07/2025

Ambientalistas 

Mi experiencia en el Servicio Social

Durante el sexto semestre de preparatoria, tuve la oportunidad de realizar mi servicio social en el proyecto: El futuro de los árboles en tus manos, enfocado en el cuidado y mantenimiento de árboles nativos, específicamente huizaches, mezquites y gatuños. Esta experiencia, que inicialmente tomé como un simple requisito escolar, terminó por convertirse en una de las vivencias más significativas de mi formación personal y académica.

Desde el primer día comprendí que este no era un trabajo fácil. No se trataba solo de regar árboles o quitarles la maleza; implicaba entender la importancia ecológica de estas especies, aprender a distinguirlas, conocer sus necesidades específicas y observar cómo interactúan con su entorno. Poco a poco me fui familiarizando con términos que nunca había escuchado, como “especie endémica” o “restauración del ecosistema”. Lo que parecía una labor sencilla requería de conocimiento, paciencia y compromiso.

Uno de los aprendizajes más importantes que me llevo de esta experiencia es el valor del trabajo constante y silencioso. Muchas veces no se ven resultados inmediatos; cuidar un árbol o quitarle plagas no genera un cambio visible en el momento. Sin embargo, con el tiempo, uno empieza a notar cómo las plantas responden, cómo crecen más verdes o cómo llega más vida alrededor de ellas: insectos, aves, e incluso pequeños mamíferos. Me di cuenta de que el impacto real de nuestro esfuerzo se verá quizá dentro de años, cuando esos árboles ya estén más grandes y puedan dar sombra, alimento y refugio a otras formas de vida. Eso me enseñó a confiar en los procesos a largo plazo, algo que también puedo aplicar en mi vida personal.

Además, aprendí a valorar mucho más el entorno natural. Antes de este servicio social, pasaba junto a estos árboles sin realmente verlos. Ahora, al caminar por un parque o por el campo, soy capaz de identificar un mezquite o un huizache, y entender su importancia dentro del ecosistema local. Estos árboles, que para muchos pueden parecer comunes o incluso “feos” por sus espinas, son en realidad fundamentales para conservar el equilibrio natural en muchas regiones áridas y semiáridas del país. Son resistentes, adaptables y generosos con su entorno.

También desarrollé habilidades de trabajo en equipo y de comunicación. Este proyecto no lo hice solo. Trabajé con compañeros, con encargados del proyecto, y con personas de la comunidad. Cada uno aportaba algo diferente: unos tenían más experiencia, otros, más fuerza física, o más paciencia. Aprendí que todos los roles son necesarios y que, cuando se trabaja con un objetivo común, se logran cosas importantes. Me di cuenta de que no es necesario ser experto para empezar a cuidar el medio ambiente, basta con tener ganas de aprender y de contribuir con acciones, por pequeñas que parezcan.

Este servicio social también me dejó una reflexión profunda sobre el papel que tenemos como jóvenes frente al futuro del planeta. Vivimos en un mundo en el que los problemas ambientales son cada vez más evidentes: sequías, incendios forestales, pérdida de biodiversidad. Pero, en lugar de sentirme abrumado, esta experiencia me dio esperanza. Me hizo ver que sí es posible hacer algo, que cada acción cuenta y que, si más personas se sumaran a estas causas, podríamos generar un verdadero cambio.

Otro aspecto que considero relevante fue comprender la estrecha relación entre los árboles nativos y las comunidades locales. Durante el servicio, escuché a personas mayores del lugar contar cómo el mezquite y el huizache han sido parte de su vida desde siempre: como sombra en el campo, como leña para cocinar, o como medicina tradicional. 


Fue impactante ver cómo estas especies a veces olvidadas o taladas sin pensarlo, tienen un valor cultural además del ecológico. Me hizo reflexionar sobre la desconexión que a veces tenemos con nuestras raíces y que revalorar estas especies también es una forma de reconectar con nuestra identidad. Además, trabajar en la reforestación con especies nativas tiene un impacto mucho mayor que hacerlo con especies exóticas, ya que estas últimas no se adaptan igual al clima ni ofrecen los mismos beneficios para la fauna local. Esta experiencia me abrió los ojos a una visión más integral del medio ambiente, una donde la ecología, la cultura y la comunidad están entrelazadas.

Además, este servicio social me permitió reflexionar sobre el contraste entre lo urbano y lo natural. Al pasar tiempo en áreas verdes cuidando árboles y limpiando espacios que muchas veces son olvidados, me di cuenta de cómo la ciudad ha invadido poco a poco los espacios naturales. Muchas veces vivimos rodeados de concreto, tráfico y tecnología, y olvidamos que nuestra salud mental y emocional también necesita espacios verdes. Me resultó sorprendente cómo incluso con solo unas semanas de contacto constante con la naturaleza, mi estado de ánimo mejoró, mi estrés disminuyó y comencé a apreciar momentos que antes me parecían insignificantes, como sentir el viento entre las ramas o ver cómo un árbol florece después de una temporada difícil.

También descubrí que el cuidado del medio ambiente no siempre requiere grandes campañas o presupuestos. A veces, lo más valioso es la voluntad de actuar y el compromiso con pequeñas tareas cotidianas: cargar cubetas de agua en temporada de sequía, limpiar alrededor del tronco de un árbol, protegerlo de daños por basura o animales. Esas acciones, aunque parezcan simples, fueron suficientes para marcar la diferencia en la supervivencia de varios ejemplares jóvenes. Aprendí que el cambio comienza desde lo local, desde lo que está al alcance de nuestras manos. Y si cada persona asumiera la responsabilidad de cuidar, aunque sea un solo árbol, podríamos transformar nuestras colonias, nuestras ciudades y, eventualmente nuestro planeta.

En conclusión, cuidar de los árboles nativos durante este semestre no solo me ayudó a cumplir con un requisito escolar, sino que me transformó. Me enseñó a valorar la naturaleza, a ser paciente, a trabajar en equipo y a reconocer el poder de las acciones pequeñas pero constantes. Me voy de la preparatoria con una conciencia más clara sobre mi responsabilidad como ciudadano y con el deseo de seguir aprendiendo y participando en iniciativas que promuevan el cuidado del medio ambiente. Esta experiencia marcó el cierre de mi etapa como estudiante de preparatoria de una manera significativa, y estoy seguro de que sus enseñanzas me acompañarán por mucho tiempo.

Izquierda a derecha: Pablo, Job, Ivan, Victor, Lillu y Natalia


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