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viernes, diciembre 5, 2025

Atletismo en la encrucijada: World Athletics impone prueba genética SRY

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En un movimiento que ha sacudido los cimientos del deporte mundial, World Athletics ha anunciado una nueva normativa que, a partir del 1 de septiembre de 2025, exigirá a todas las atletas que deseen competir en la categoría femenina de eventos con ranking mundial someterse a una prueba genética única para detectar el gen SRY, asociado al cromosoma Y y al desarrollo biológico masculino. La medida, que debutará en los Campeonatos Mundiales de Atletismo de Tokio 2025 (13-21 de septiembre), busca, según la federación, garantizar “competencias justas y seguras” en el deporte de élite. Sin embargo, esta decisión ha desatado una tormenta de críticas por su impacto en la inclusión, la privacidad y los derechos humanos de las atletas, especialmente aquellas con identidades transgénero o diferencias de desarrollo sexual (DSD).

La prueba SRY: Un filtro genético para la categoría femenina

La nueva regulación de World Athletics es clara y tajante: toda atleta que aspire a competir en la categoría femenina en eventos puntuables para el ranking mundial, como los Mundiales, la Diamond League o los Juegos Olímpicos, deberá pasar una prueba genética que detecte la presencia del gen SRY (Sex-determining Region Y), un marcador clave ubicado en el cromosoma Y que desencadena el desarrollo de características sexuales masculinas durante la gestación. El procedimiento, mínimamente invasivo, se realizará mediante un frotis bucal o un análisis de sangre supervisado por las federaciones nacionales:

  • Resultado negativo (ausencia de SRY): La atleta es considerada biológicamente mujer y puede competir en la categoría femenina sin restricciones.
  • Resultado positivo (presencia de SRY): La atleta no podrá competir en la categoría femenina en eventos puntuables, pero se le permitirá participar en categorías masculinas, pruebas no puntuables o, en algunos casos, categorías abiertas, si están disponibles. En situaciones complejas, como el síndrome de insensibilidad a los andrógenos (SIA) o ciertas condiciones DSD, se realizarán evaluaciones médicas adicionales.

World Athletics asegura que la prueba, que solo se realiza una vez en la carrera de una atleta, es “extremadamente precisa” y responde a la necesidad de establecer un estándar universal para proteger la integridad del deporte femenino. El costo del test, estimado en 100 euros, será parcialmente cubierto por la federación, y los resultados serán confidenciales, accesibles solo para la atleta y los servicios médicos autorizados. En caso de desacuerdo, las deportistas podrán solicitar una segunda prueba o apelar ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).

¿Por qué?: Un debate sobre equidad y biología

La decisión de World Athletics no surge de la nada. Durante años, el atletismo de élite ha enfrentado controversias sobre la participación de atletas transgénero y con DSD, como la sudafricana Caster Semenya o la boxeadora argelina Imane Khelif, cuyos casos han polarizado opiniones. Hasta 2025, las normativas se centraban en regular los niveles de testosterona, exigiendo a atletas con DSD reducirlos por debajo de 2.5 nmol/L para competir, una medida que ya generaba críticas por su carácter invasivo y cuestionable base científica. Sin embargo, un grupo de trabajo técnico, tras más de un año de análisis, concluyó que estas reglas no eran suficientes para garantizar la equidad deportiva, especialmente en casos de atletas que, a pesar de identidades femeninas, poseen cromosomas XY o niveles de testosterona que podrían conferir ventajas físicas.

El presidente de World Athletics, Sebastian Coe, ha defendido la medida con vehemencia: “En la élite, para competir en la categoría femenina, hay que ser biológicamente mujer. Es muy importante que las mujeres entren al deporte creyendo que no hay un techo de cristal biológico”. Coe argumenta que la prueba SRY ofrece un criterio objetivo, eliminando ambigüedades asociadas a los niveles hormonales o los genitales externos, que pueden variar en casos de DSD. La federación también subraya que no cuestiona la identidad de género de las atletas y que respeta la privacidad, cumpliendo con las leyes de protección de datos.

El trasfondo de esta normativa incluye presiones políticas y sociales. La decisión coincide con un clima global de creciente escrutinio hacia la participación de atletas trans y DSD, amplificado por figuras como el expresidente estadounidense Donald Trump, cuya administración ha promovido políticas conservadoras en el deporte. Además, casos mediáticos como el de Imane Khelif en los Juegos Olímpicos de París 2024, donde fue objeto de ataques y desinformación sobre su género, han intensificado el debate. World Athletics busca con esta medida unificar criterios, evitando conflictos entre las reglas deportivas y las leyes civiles de países con legislaciones más inclusivas.

El lado oscuro: Discriminación, ética y derechos humanos

A pesar de los argumentos de World Athletics, la prueba SRY ha sido recibida con duras críticas por parte de organizaciones de derechos humanos, atletas y expertos en bioética. La medida se percibe como un retroceso en la lucha por la inclusión y una violación de los derechos de privacidad, dignidad y no discriminación. Human Rights Watch (HRW), que lleva años documentando abusos en las pruebas de sexo en el deporte, calificó las regulaciones previas como “humillantes y dañinas”, y esta nueva norma no parece escapar de esa categoría. La obligatoriedad de revelar información genética plantea serias preocupaciones éticas, especialmente para atletas trans o con DSD, quienes podrían enfrentar estigmatización o exclusión.

La normativa también reaviva el caso de Caster Semenya, bicampeona olímpica de 800 metros, quien ha luchado contra las restricciones de World Athletics en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Semenya, una mujer con DSD, se negó a someterse a tratamientos hormonales para reducir su testosterona, argumentando que atentan contra su salud y dignidad. Con la prueba SRY, atletas como ella podrían ser excluidas permanentemente de la categoría femenina, incluso si fueron asignadas mujeres al nacer y se identifican como tales.

Expertos como Florencia Tevy, genetista y miembro de la Red de Investigadoras de Chile, advierten que la determinación del sexo biológico no es tan binaria como pretende World Athletics. Condiciones como el síndrome de insensibilidad a los andrógenos, el síndrome de Turner (45,XO) o el síndrome de Klinefelter (47,XXY) demuestran que la biología humana es un espectro complejo. “Decir que los seres humanos son binarios es un fracaso; no es biología, es filosofía”, afirmó el bio antropólogo Agustín Fuentes. Estas complejidades hacen que la prueba SRY pueda clasificar erróneamente a algunas atletas, perpetuando una narrativa que ignora la diversidad biológica.

Además, la medida tiene un trasfondo racial preocupante. HRW ha señalado que las pruebas de sexo a menudo afectan desproporcionadamente a mujeres negras y del sur global, quienes son estigmatizadas como “demasiado masculinas” bajo estándares eurocéntricos de feminidad. Casos como el de Semenya o Khelif ilustran cómo estas políticas pueden reforzar estereotipos raciales y culturales, añadiendo una capa de discriminación interseccional.

Impacto en el atletismo: ¿Equidad o exclusión?

La implementación de la prueba SRY tendrá un impacto inmediato en los Campeonatos Mundiales de Tokio 2025, donde las federaciones nacionales, como la española, ya están organizando tests para sus atletas. En España, por ejemplo, unas 22-23 atletas con posibilidades de clasificar serán evaluadas durante los Campeonatos Nacionales en Tarragona, con un subsidio de 100 dólares por prueba de parte de World Athletics.

Para las atletas, la normativa plantea un dilema: someterse a una prueba invasiva que podría exponerlas a un escrutinio público humillante o abandonar sus carreras en la élite. Aquellas con condiciones DSD que ya competían bajo las reglas de testosterona enfrentan ahora un estándar más estricto, mientras que las mujeres trans que hayan pasado por la pubertad masculina quedarán prácticamente excluidas. La opción de categorías abiertas, propuesta por algunas federaciones como la de natación, no está garantizada en el atletismo, lo que limita aún más las alternativas.

El impacto psicológico y social también es significativo. La obligatoriedad de la prueba puede generar ansiedad y estigma, especialmente para atletas jóvenes o de comunidades marginadas. Además, la falta de claridad sobre cómo se manejarán casos limítrofes, como el síndrome de insensibilidad a los andrógenos, deja un margen de incertidumbre que podría derivar en apelaciones prolongadas y costosas ante el TAS.

Un futuro incierto para el atletismo femenino

World Athletics insiste en que su prioridad es “proteger la categoría femenina” y fomentar la participación de mujeres sin temor a desventajas biológicas. Sin embargo, la prueba SRY, lejos de ser una solución definitiva, parece abrir una nueva brecha en el deporte. Mientras Coe celebra la medida como un avance para la equidad, voces como la de Chris Mosier, fundador de Trans Athlete, advierten sobre un “efecto dominó” que podría extenderse a otros deportes y niveles no profesionales, restringiendo aún más la inclusión de personas trans y con DSD.

El atletismo, un deporte que históricamente ha sido un faro de diversidad y superación, se encuentra ahora en una encrucijada. La prueba SRY puede garantizar una base biológica común, pero a un costo ético y humano que muchos consideran inaceptable. Mientras Tokio 2025 se prepara para ser el escenario de este cambio histórico, el mundo del deporte observa con atención, dividido entre quienes ven en la medida una defensa de la justicia deportiva y quienes la perciben como una barrera discriminatoria disfrazada de ciencia. Lo que está claro es que el debate sobre el género, la biología y la equidad en el atletismo está lejos de terminar.

Vía El Táctico

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