- ¿Cómo es que el arte nos devuelve una probada de libertad? Reflexión al lado de la vida y obra de Bomba
La contemplación estética nos desentiende, aunque sea por un instante de la falta de libertad que conlleva estar sujeto al “querer”. Al contemplar la belleza el espíritu se eleva por encima del deseo. El arte nos permite por un momento dejar de estar al servicio del deseo y el dolor, es una tregua con el constante carácter propio del desear.
Tuve la fortuna de platicar con el artista conocido bajo el pseudónimo “Bomba”, que recién inauguró una exposición en la exescuela de Cristo el pasado 25 de julio. La reflexión de este trabajo gira en torno a la libertad, además de relatar en primera voz cómo fue vivir 3 años y 5 meses en la cárcel y la manera en que, al salir, su concepto de libertad quedó distorsionado para siempre.
Vida en prisión: una mirada al interior
- Rol de monitor. El artista fue monitor en un taller de pintura al óleo, un privilegio para solo 150 de los 2,000 internos personas privadas de la libertad (PPL).
- Beneficios del taller. Asistir al taller permitía a los internos pasar más tiempo fuera de sus celdas (de 10 a.m. a 7 p.m.) en comparación con las cuatro horas estándar.
Schopenhauer habla del conocimiento de primer grado: el empírico, que se vive por medio de la experiencia, de corte superviviente; el acto de observar causalidades en un mundo tan humano que responde a la voluntad, que, a su vez, se define como un impulso ciego y fuerte, en otras palabras, un instinto que impulsa todo lo que existe. Una piedra que se cae comprende una forma de expresión de la voluntad ciega, es decir, así como tú quieres seguir vivo -en el sentido de que tienes hambre y comes-, la materia “quiere” persistir, expandirse, ocupar espacio, moverse. Todo el cosmos está dominado por la voluntad, sin orden moral.
Por otro lado, existe el conocimiento de segundo grado, que es estético y existe cuando nos despojamos de la voluntad animal causal y nos entregamos a las ideas. Las ideas son perfectas e indubitables: el árbol envejece, pero la idea de árbol será eterna en el imaginario colectivo. La única manera de acceder y expresar esa idea es por medio del arte. Y es que es en la contemplación estética misma donde uno olvida su deseo humano.
Bomba es un claro ejemplo de lo anterior, ya que su desempeño como artista le permitió fungir como la cabeza de un taller de arte, una labor que lo condujo a resignificar incluso sus sensaciones físicas. Este evento cambia todo: lo sacan del módulo, lo llevan al taller y ahí se convierte en monitor. Esa salida diaria le permite ver otros rostros, oler otros espacios, subir a una camioneta (algo que no hacía desde hacía años) y pintar: “No me imaginé que me fuera a tocar pintar aquí”, afirma Bomba. El arte se convierte en una forma de recordar quién era. Lo conecta con algo más que su condena.
Bomba explica que al pasar tanto tiempo oliendo lo mismo, con comidas que no variaban mucho de una a otra, le provocó que el olor del óleo se convirtiera en un objeto de libertad, algo así como una probada de la propia libertad. Este fue el punto en el que la humanidad interrumpió el castigo y las ideas encontraron una grieta por donde respirar.
La expresión de belleza consiste en usar la voluntad en un grado mayor, suprimir el deseo o, más bien, olvidarlo: “Toda contemplación desinteresada, es decir, aquella que no está dominada por la voluntad, es estética”, afirma Schopenhauer.
Todo esto me generó una reflexión hacia la ciudad, en donde uno no es realmente libre por la economía de deseos que se mueve en todas partes y todas las cosas que te hacen creer que necesitas para ser feliz o quizá tan solo ser. Para muestra, valga este ejemplo: “¡Compra esta nueva crema rejuvenecedora! Porque más allá de una crema, estarás comprando la ilusión de seguridad en formato untable”, ¡qué buena oferta! Un ejemplo más: sube a tus redes sociales una foto de la cafetería en la que te encuentras, en donde se alcance a ver el libro que estás leyendo, pero que todo parezca descuidado o desinteresado; más que una foto, estarás comprando identidad, capital cultural, una definición de ti antecedida de palabras.
Por otro lado, al convivir con otros seres humanos, Bomba relata por medio de su obra Cállate, quítate y llégale el deseo de decir, suprimido por las reglas que existen en la comunidad, que si bien actúan como un regulador social y una necesidad de orden y respeto, terminan por subyugar la necesidad de expresarse de una forma realista perdida en la formalidad.
En este testimonio, el arte no es adorno ni terapia. Es oxígeno, identidad, historia personal. El dibujo y la pintura no le enseñaron solo una habilidad: le recordaron que era alguien. Alguien con voz, mirada, estilo, pasado y futuro. La cárcel lo intentó borrar. El arte lo escribió de nuevo. Dejemos que la belleza nos libere, que la estética nos guíe y permitamos que la contemplación de las ideas nos motive.




