En México, la discriminación hacia las comunidades indígenas ha orillado a sus originarios a ocultarse, a ser excluidos y hasta prohibir hablar en su propia lengua. Raperos como Juan Sant, Gil Navor y Kipper Ntájxo, buscan cambiar esta narrativa.
En los últimos años, se ha desarrollado un creciente movimiento indígena hasta tener más presencia en la vida social, cultural y política del país. Con esto, el movimiento trajo consigo un particular interés en las expresiones artísticas, entre las cuales destaca la música, específicamente, su incursión en el género del rap.
En búsqueda de mejores oportunidades, apoyo económico para sus propias familias y recuperar el empoderamiento de los espacios políticos y sociales, estos artistas han logrado apropiarse del espacio público a través de su arte. “Transformo la discriminación en arte para que nuestros pueblos sigan hablando totonaco”. Así lo declaró el rapero totonaco originario del municipio poblano de Pantepec, Juan Sant. Él empezó a hacer rap desde hace más de 20 años, pero no empezó a integrar su lengua originaria en sus letras hasta hace poco. A esto añade: “Decidí hacer rap porque amo mi cultura, pero también me fui dando cuenta de que la misma gente que me escucha, la gente de mi comunidad, me echó a los hombros el compromiso de revitalizar estas lenguas originarias que cada vez se hablan menos”.
Aprovechando el boom de las redes sociales y los medios alternativos de difusión, una ola de raperos indígenas empezaron a compartir sus propias melodías, principalmente por medio de la plataforma de YouTube. Y a partir de eso, no dieron vuelta atrás.
Algo que caracteriza a estos raperos, como Sant o Navor, es que a través de este género musical difunden sus inquietudes y los mismos desafíos a los que se enfrentan. Principalmente, tienden a hacer críticas al sistema social y político en el que les ha tocado reinsertarse. Además, escriben sobre su identidad étnica y la importancia de reconocerse dentro de la cultura mexicana.
En el país, han existido instituciones, concursos y proyectos que buscan rescatar los idiomas originarios, tales como Cervantes en Rap o Mente Negra. Sin embargo, el productor musical Nicolás Hernández, señala que aún falta un largo camino para que las estrategias lleguen a las personas adecuadas y puedan salir beneficiadas.
Por su parte, a través de la productora musical Mente Negra ha trabajado con alrededor de 20 artistas de rap originarios, dando como resultado la producción de 6 discos en totonaco, mazateca, mixe, mazahua, náhuatl y maya. A pesar de sus logros en este ámbito, menciona que representa todo un reto trabajar en el mercado: “Nos enfrentamos a grandes distribuidoras, lo que dificulta la difusión del rap originario. Como proyecto independiente, en ocasiones tenemos que hacer 10 o 15 veces más actividades de las que realizaría, por ejemplo, un productor musical de un sello discográfico comercial. Además, mucho de nuestro trabajo se hace por autogestión, esto es, cada uno de los artistas y de los integrantes del proyecto aporta algo para generar el contenido”. Explica Nicolás.
A pesar de los obstáculos, en los últimos años se ha observado una aceptación más grande por la música no tradicional. Tanto, que no solo son los jóvenes incursionando en este género, sino que llega hasta las personas adultas. Es incierto afirmar que algún día veremos más de este género en la televisión, en la radio, en los periódicos, pero algo es cierto: han llegado para hacerse más presentes en la vida cotidiana, y continuarán contando su verdad a través del rap.




