Edgar Guerra, especialista en crimen organizado, advierte que el reclutamiento forzado en México es una práctica sistemática, especialmente dirigida a jóvenes en situación de vulnerabilidad
Señala la urgencia de fortalecer las políticas de prevención social en Aguascalientes, particularmente en zonas marginadas donde la delincuencia encuentra terreno fértil
Propone que la respuesta debe ser invertir en educación, empleo, cultura y deporte, creando redes de protección para la juventud
El reclutamiento forzado en México es un fenómeno innegable, afirmó Edgar Guerra, investigador y sociólogo especializado en el estudio de grupos criminales, quien subrayó la necesidad de replantear las políticas de prevención para evitar que más jóvenes caigan en redes delictivas.
En el caso de los 18 jóvenes detenidos recientemente en Rincón de Romos, Edgar Guerra señaló que es fundamental analizar las condiciones de precariedad y vulnerabilidad en las que se encontraban, pues muchas veces estas circunstancias los orillan a integrarse al crimen organizado: “Estos jóvenes no siempre toman decisiones en contextos donde tengan toda la información, recursos o poder de decisión. A menudo, caen en redes delictivas porque no tienen otras opciones”, explicó.
El especialista enfatizó que la sociedad debe asumir una postura crítica y reflexionar sobre las causas estructurales que empujan a los jóvenes hacia la delincuencia organizada. Destacó que Aguascalientes, al ser un estado en crecimiento económico, también enfrenta desafíos sociales en zonas marginadas, donde los derechos y las oportunidades no llegan de manera equitativa: “Es vital fortalecer las estrategias de prevención. Recordemos que el desarrollo económico trae consigo problemas sociales, especialmente en zonas donde no hay acceso pleno a educación, empleo, espacios deportivos o culturales”, apuntó.
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Guerra advirtió que el reclutamiento forzado no siempre implica la presencia física de grupos armados en las calles: “Actualmente, el crimen organizado recurre a las redes sociales para engañar, cooptar o incluso forzar a jóvenes a integrarse. Esto es una práctica sistemática que se ha documentado en estudios recientes”, mencionó.
El investigador recalcó que la respuesta debe centrarse en tender redes de protección para la juventud, mediante la creación de oportunidades reales en educación, empleo, cultura y deporte, así como diseñar políticas públicas que sean atractivas y consistentes con sus intereses: “Los jóvenes son el recurso humano que estas organizaciones buscan, pero también son el recurso en el que debemos invertir más. La clave está en ofrecerles opciones que sean verdaderamente significativas y sostenibles”, concluyó.




