En esta era marcada por el uso de Ozempic y el incremento de trastornos alimenticios, urge traer de vuelta la conversación sobre las “almond moms”. ¿Realmente son las villanas de la historia, o son también víctimas de un sistema cultural marcado por una violencia estética que glorifica la delgadez?
¿Qué son las almond moms?
Como llegaste a ver alguna vez en TikTok, este término se remonta a un fragmento del reality show The Real Housewives of Beverly Hills, en donde Yolanda Hadid, madre de Gigi y Bella Hadid, aconseja a su hija a comer dos almendras y masticarlas muy bien.
Tan simple como suena, el video resurgió 6 años después en redes sociales y se hizo viral no por sus protagonistas, sino por su semejanza con las prácticas cotidianas que caracterizan a un montón de familias, en donde la responsabilidad cae por completo en las madres para ofrecer una “alimentación saludable”.
Las “almond moms” están obsesionadas con la cultura de la dieta, promueven prácticas restrictivas en torno a la alimentación y justifican estas restricciones bajo la promesa de proteger la imagen corporal y la salud de sus hijxs. No lo van admitir nunca, pero sus propios hábitos alimenticios y este control obsesivo por el peso, puede provocar consecuencias dañinas.
¿Y no existen los almond dads?
Pues… sí. Pero lo cierto es que, colectivamente, hemos ignorado su existencia y hemos minimizado responsabilidad a los padres de familia al momento de la repartición de tareas cuando se trata de enseñar, criar y educar a lxs hijxs. Bajo este ideal, seguimos creyendo que la alimentación y el cuidado de toda una familia cae casi exclusivamente en las madres. Entonces, se continúan acumulando nuevas exigencias y se siguen reforzando estereotipos de género, añadiéndole un toque de dramatismo en donde las almond moms son las villanas de nuestras historias.
¿De verdad sorprende que una generación de mujeres obsesionada con la delgadez lo hereden a sus hijxs?
Reconocer que hemos vivido todas nuestras vidas bajo una intensa cultura de dietas replicadas por hábitos de nuestras madres es solo la punta del iceberg. Aunque hemos llegado a un punto de aceptación de que estas prácticas cotidianas nos someten a dietas excesivas, desnutrición, problemas con nuestra imagen y más problemas emocionales, no podemos sencillamente esperar que las mismas madres rompan con este ciclo.
Nuestra relación con nuestras madres, nuestra relación con la comida y la percepción de nuestros cuerpos no son necesariamente nuestros enemigos. Ya, incluso el consumo de almendras como un pequeño snack, no es el problema. El verdadero problema viene desde nuestras visitas a consultorios médicos, en la publicidad que nos rodea, en lo que vemos en los medios de comunicación, en conversaciones que tenemos a diario con nuestros familiares o amistades sobre nuestra percepción de cuerpos no normativos y su rechazo. Es un fenómeno cultural que pasa desapercibido casi todo el tiempo. ¿Qué pasaría si cambiáramos la conversación?
Sí, hay que abordar el problema de las almonds moms. Pero también, hay que trabajar en desaprender los hábitos que hemos sido condicionadxs a asumir. La gordofobia, la cultura de las dietas, la violencia estética no son simples estilos de vida que tomamos por elección propia, sino estructuras sociales y culturales que han moldeado nuestra manera de relacionarnos con nuestros cuerpos, con la comida y nuestra autoestima. Abordar, cuestionar y denunciar estos factores es lo que necesitamos para realmente romper con este ciclo.




