Durante cuatro años, Salvador Cabañas fue sinónimo de garra, gol y esperanza para el Club América. El delantero paraguayo, que llegó a Coapa en 2006, dejó una huella imborrable en la afición azulcrema, no solo por su capacidad goleadora, sino también por el dramático giro que marcó su carrera: el atentado que lo alejó del futbol en su mejor momento.
Cabañas, nacido en Asunción, Paraguay, ya había brillado en el futbol mexicano con Jaguares de Chiapas, cuando las Águilas lo ficharon para el torneo Apertura 2006. Tras una breve etapa de adaptación, se convirtió en el máximo referente ofensivo del equipo. Con compañeros como Cuauhtémoc Blanco y bajo la tutela del portero Guillermo Ochoa, el paraguayo fue ganándose un lugar entre los grandes.
Su paso por el América estuvo marcado por sus actuaciones en torneos internacionales. Fue máximo goleador de la Copa Libertadores en 2007 y 2008, y protagonizó momentos memorables como el hat-trick en el Maracaná ante Flamengo, en una remontada histórica que aún vive en la memoria de los aficionados.
En total, Cabañas jugó más de 160 partidos y marcó 98 goles con la camiseta azulcrema. También dejó su huella en los clásicos: es el máximo goleador histórico del Clásico Joven contra Cruz Azul, con 11 goles en apenas 8 encuentros.
Sin embargo, su ascendente carrera se detuvo abruptamente el 25 de enero de 2010, cuando recibió un disparo en la cabeza durante una visita al bar “Bar-Bar” en la Ciudad de México. El hecho conmocionó al país y al mundo del futbol. Aunque sobrevivió de forma milagrosa, las secuelas físicas y neurológicas fueron graves, y jamás pudo regresar al mismo nivel competitivo.
El Club América aseguró entonces que asumió los gastos médicos del delantero y lo acompañó durante su proceso de recuperación. A pesar de no haber conseguido títulos con las Águilas, la afición lo recuerda como uno de los últimos grandes ídolos del club.
Tras varios intentos por volver al futbol profesional en Paraguay y Brasil, Cabañas anunció su retiro definitivo en 2014, a los 34 años. En años recientes, ha enfrentado dificultades económicas y hoy trabaja en una panadería familiar en Itauguá, su ciudad natal. También ha participado en partidos de leyendas, ofrece charlas motivacionales y colabora con equipos juveniles como asistente técnico.
“Mi vida cambió, pero sigo aquí gracias a Dios. Y eso vale más que cualquier gol”, ha dicho en múltiples entrevistas, con la humildad que lo caracteriza.
Hoy, Salvador Cabañas es recordado no solo por sus goles, sino por su resiliencia. En Coapa y en todo el continente, su historia permanece como una mezcla de gloria, tragedia y ejemplo de vida.




