Se profundiza la crisis de imagen
La crisis de imagen en Morena se ha profundizado. En su afán por justificar su opulento estilo de vida, algunos de los cuadros de ese partido que provocaron las críticas, se han hundido más. Así ocurrió con el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y su esposa, quienes además de poseer un guardarropa de miles de pesos, habrían incurrido en violaciones la Ley de Responsabilidades Administrativas al aceptar los boletos exclusivos de la fiesta privada de la Fórmula 1.
Al hijo de López Obrador le fue peor. Su atropellada y errática respuesta, a través de una misiva, sólo evidenció su falta de oficio político y de congruencia. Del joven de “clase media” que vivía en un discreto departamento en Copilco y que juraba no participaría en la vida pública del país, sólo queda el recuerdo. Hoy es un junior de la política, que gusta de comprar en tiendas de diseñador en el extranjero.
El problema de fondo no es la opulencia, ni el gusto por formar parte de la élite mexicana. Dos cosas saltan en éstos y en otros casos de similar naturaleza: uno, son servidores públicos y/o reciben un sueldo por parte del erario y por ende están obligados a transparentar el uso de esos recursos; dos, su estilo de vida es contradictorio con los principios que pregonó por años su líder moral (AMLO) y que al que hoy apela su dirigencia nacional y la presidenta emanada de ese partido.
El pésimo manejo de esta crisis los ha llevado a lugares comunes: “es una persecución política”, “no tiene nada de malo gastar mucho, porque es nuestro dinero”, “¿qué tiene de malo viajar en primera clase, si se tiene recurso para lo propio?”. Es más, la propia Luisa María Alcalde, presidenta de Morena, fue más allá y al intentar calmar las aguas se atrevió a sugerir a las y los militantes de ese partido, aparentar que no se tiene, aunque se tengan los recursos. ¿Hipocresía o estrategia?
Pero los excesos en ese partido no son cosa nueva. ¿Ya se nos olvidó la diputada de Guerrero que presumía su paseo en Cybertruck por las calles de Chilpancingo, uno de los municipios más pobres de México?, ¿las compras de la senadora Yeidckol Polevnsky en la tienda Carolina Herrera de Polanco, quien meses antes decía que no era bueno sacar a los pobres de esa condición, porque se les olvidaba quien los ayudaba?, o peor aún, ¿los reventones del presidente de Morena en Tamaulipas, quien presumía a todo pulmón al Cartel del Golfo?
Pues bueno, más que un recordatorio de sus principios fundacionales, la dirigencia de ese partido tendría que hacer un profundo análisis de la crisis que atraviesa por los escándalos de muchos de sus militantes. La falta de disciplina partidista es notoria, pero además, la vida que llevan muchos de sus cuadros más relevantes, contrasta con su narrativa de austeridad y con el estilo de vida de millones de mexicanos que sí viven en la medianía y en la pobreza.
El estigma de la riqueza hoy les brota como pus en la cara. Y no hay a la fecha quien pueda parar esa crisis de imagen que sigue golpeándolos entre la opinión pública.




