- Aunque México ha avanzado en leyes sobre pueblos indígenas y mujeres, la impartición de justicia aún enfrenta resistencias, omisiones y contradicciones en su aplicación cotidiana
- El uso estratégico de recursos legales para alargar juicios, conocido como chicaneo judicial, sigue siendo un obstáculo grave que revictimiza a personas en busca de justicia
- Organizaciones como la Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos acompañan a víctimas, denuncian irregularidades y promueven participación ciudadana desde lo local hasta lo internacional
En Aguascalientes, como en muchas otras partes del país, los derechos humanos siguen siendo terreno de debate, defensa y contradicción. Para Norma Cecilia Rodríguez Figueroa, activista también conocida como Cecy Figueroa, no basta con tener leyes bien escritas: la justicia necesita ejecutores congruentes, ciudadanos informados y mecanismos de vigilancia reales.
Desde su posición como representante en Aguascalientes de la Fundación de la Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos, Cecy Figueroa trabaja todos los días entre documentos, comunidades y realidades que no siempre coinciden: “Las leyes indican claramente cómo deben actuar los juzgadores, pero la práctica es otra cosa totalmente distinta”, afirma.
En los últimos años, el marco legal en México ha dado pasos importantes en materia de derechos de grupos prioritarios: pueblos indígenas, personas con discapacidad, mujeres, niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, esos logros conviven con retrocesos visibles en la impartición de justicia. En palabras de la entrevistada: “Debemos ser congruentes con la ley y la norma. Incluso los diputados tienen derechos humanos, pero también hay límites que deben respetarse.”
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Y es que las leyes existen, pero la pregunta sigue vigente: ¿se cumplen? El caso de un agresor de menores que podría haber sido liberado provocó un pronunciamiento de la Comisión, y es solo un ejemplo de cómo los tratados internacionales firmados por México a veces naufragan en el océano del sistema judicial.
El cambio de poderes ha generado incertidumbre. Con un poder judicial que ahora se tiñe mayoritariamente de un solo color político, muchos se preguntan si habrá espacio para la crítica o si los contrapesos se debilitarán. Al respecto, Cecy Figueroa responde con esperanza y cautela: “Esperamos que los juzgadores estén preparados. Se les ha brindado capacitación, y al protestar el cargo se obligan a estudiar y resolver de fondo los asuntos”, pero en la práctica, reconoce, no todo es tan sencillo.
Uno de los problemas más persistentes es el uso estratégico -y muchas veces abusivo- de los recursos legales: “Hay personas que llevan años esperando una sentencia”, señala Cecy, a propósito del chicaneo judicial, esa práctica en la que se interponen amparos y apelaciones sin sustento real, únicamente para alargar los procesos. En este enredo legal, la víctima termina siendo revictimizada, y la justicia, postergada: “No presentar testigos, meter escritos innecesarios, aprovechar formalismos: eso también es violencia institucional”, añade.
Desde la Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos, la vigilancia se ejerce no solo en los tribunales, sino también en la opinión pública y en las comunidades: “Recientemente atendimos un caso de personas migrantes en Rincón de Romos”, recuerda. Y es que la justicia no se reduce a sentencias: involucra también a las fiscalías, a los observatorios, a los medios… y a la ciudadanía.
Cecy lo dice sin rodeos: “Vamos a estar muy pendientes. Hay nuevos jueces que ya han sido exhibidos por no dominar el lenguaje jurídico. Nosotros vamos a evidenciar públicamente las irregularidades.”
Por otro lado, Cecy Figueroa reconoce que las redes sociales se han convertido en una herramienta clave para acercar el derecho internacional a la ciudadanía. En este sentido, ella, desde su perfil en redes, comparte materiales sobre la Corte Interamericana, fallos relevantes y contenidos para estudiantes de derecho. Y mientras el sistema judicial afina sus engranajes, hay algo que sí depende de todos: informarse, exigir, acompañar, hablar. Porque los derechos humanos no se otorgan: se ejercen.




