Señora, señor: si el interior del mercado resulta insuficiente para albergar a los locatarios y a su clientela, no hay problema: ¡ahí está la calle! ¿Estorban, obstaculizan el tráfico; el tráfico de personas? ¿Qué importa? Total, en esta ciudad cualquiera puede hacer lo que le pegue la gana; lo que quiera, y además prestan un servicio necesario; si no, no estarían ahí. ¿A quién le importa? No a la autoridad, desde luego, puesto que lo tolera.
Por otra parte, ¿se ha fijado en la proliferación de cenadurías callejeras? Ahí nomás en las banquetas se instalan versiones mexicanas de las estadounidenses foodtruck, pero con nombres como El amigazo Toño, o Tacos don Chema, o Tacos del Carnal, debidamente equipados con barra, las cacerolas con los humeantes guisados, mantenidos así por una estufa invisible, la parrilla, y al lado mesas con sillas, todo debidamente iluminado -quién sabe de dónde toman la energía eléctrica-; todo aparentemente limpio, o por lo menos reluciente de pintado de blanco; ¡hasta lavamanos cargan!
Ellos -y nosotros- son también la ciudad de mi vida; ciudad caótica. La imagen, en el Mercado Reforma. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).




