Debo confesar que el cine de Luis Estrada no me gusta, si bien entiendo el género de sátira política, tradición de México (ejemplos tenemos muchos, pero Rius es mi favorito), sus películas no logran engancharme más allá de un cine fácil, dominguero, propio justo de la crítica fácil. Por eso, no tenía esperanza de que Las muertas, serie recién estrenada en Netflix, fuera un producto a la altura de la obra del enorme Jorge Ibargüengoitia… pero me equivoqué.
La serie se apegó al libro, prácticamente al 100 por ciento, creo que la mano del cine de Luis Estrada casi no se ve y por el contrario respeta las ideas y el sarcasmo, no exagerado, del gran escritor mexicano. Algunas escenas claro que suenan a La Ley de Herodes, como cuando el juez entrega las indemnizaciones a las víctimas en un acto protocolario al viejo estilo priísta y todos terminan cantando el himno nacional, con todo y saludo a la bandera.
Suma a esta copia fiel del libro, la participación de los actorazos como Paulina Gaitán (como Serafina Baladro), Arcelia Ramírez (como Arcángela Baladro), Joaquín Cosío (Capitán Bedoya), Alfonso Herrera (Simón Corona), o Mauricio Isaac (como La Calavera) que hacen de la serie bastante ligera y muy disfrutable. Me sorprendieron en especial Isaac y Herrera, sus papeles muy sólidos, muy interesantes.
En el libro, podemos ver la crítica al sistema de justicia mexicano, es evidente que se consultó el expediente judicial y es bastante interesante la forma en que Ibargüengoitia utiliza en algunas partes de su narrativa el lenguaje de las antiguas averiguaciones previas plagadas de irregularidades. Otro punto interesante que nos hace ver en la novela es la presión política del ejecutivo para sancionar un caso que levantó la indignación social, bajo un sistema inquisitivo, las poquianchis desbordadas por un sistema judicial, se vuelven las víctimas. Tan así que su abogado defensor declara que merecen la pena de muerte (en la serie).
Hay que reconocer el enorme esfuerzo de la producción y dirección por recrear todo como en aquella época mexicana, la estética es preciosa, desde los viejos camiones de pasajeros, los pueblos rurales que aún andan por ahí (en ellos se filmó), hasta los hermosos autos deportivos de lujo, si no me equivoco (no sé mucho de autos) las poquianchis traen un Valiant. El único error que noté fue en el puerto de Veracruz que se ven unas grúas que pienso son modernas. Un detalle que me gustó mucho: los créditos se ilustran con dibujos de escenas de la serie, traté de indagar el origen pero no lo encontré.
El papel de los medios de comunicación es más destacado por Luis Estrada que por Ibargüengoitia, de hecho hacen hincapié en el Alarma, la extinta revista roja mexicana que llevó el caso a la boca de todos los mexicanos. Tanto fue su éxito, que replicaban la nota a manera de conmemoración, por ahí yo tengo un ejemplar como de 1998, donde justo la Nueva Alarma recordaba el caso de las matronas de Guanajuato.
No puede faltar la crítica a la iglesia: el sacerdote bendiciendo el congal y el rancho de las hermanas, y por supuesto la hipocresía en general de la sociedad, en especial de los hombres de poder que primero frecuentaban a las hermanas y luego las crucificaron sin el menor miramiento. Ibargüengoitia disfrutaba exhibir en sus novelas esta hipocresía, como en Estas ruinas que ves. En fin, esta miniserie de apenas seis capítulos está a la altura del libro, aquí no aplica aquella vieja frase de “la película nunca es tan buena como el libro”.
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