- Verónica García encontró en la repostería una vía de reinserción y esperanza para decenas de mujeres privadas de la libertad
- Denuncia presuntas irregularidades en su intento de traslado al penal de La Pila, en San Luis Potosí
- Afirma que la reinserción real requiere servidores públicos comprometidos con la justicia y la dignidad humana
Desde hace más de una década, Verónica García ha encontrado en la repostería una forma de transformar la realidad del encierro. Recluida en el penal femenil de Aguascalientes, convirtió un taller en un espacio de aprendizaje, producción y esperanza, donde varias mujeres privadas de la libertad han hallado una oportunidad de cambio y reinserción: “La repostería ha sido un escape a la prisión que día a día nos ahoga”, expresa convencida de que el trabajo y la educación son herramientas para reconstruir la vida.
El proyecto, que comenzó con recursos limitados y la colaboración de compañeras internas, ha crecido hasta convertirse en un ejemplo de disciplina y constancia. En distintas ocasiones, autoridades penitenciarias y medios de comunicación han reconocido su esfuerzo como muestra de que la reinserción social es posible cuando se brinda apoyo real y humano.
Sin embargo, detrás de esta historia de superación también se encuentra un episodio marcado por la frustración y la denuncia. Verónica relata que desde hace tiempo ha buscado su traslado al penal de La Pila, en San Luis Potosí, para poder estar más cerca de su madre -una persona de la tercera edad- y de su hija, estudiante y trabajadora. Aunque su solicitud fue avalada por su juez y recibió una anuencia sin costo alguno del centro penintenciario receptor, asegura que se le pidió cubrir un monto de 50 mil pesos por supuestos “gastos de traslado”.
De acuerdo con su testimonio, tras entregar dicha cantidad, fue trasladada brevemente a San Luis Potosí, pero regresada horas después sin explicación. Afirma que, tras ese hecho, su taller fue cerrado temporalmente y fue sometida a revisiones constantes: “Nos forzaron con falsas promesas de que el traslado se efectuaría”, comenta, sin dejar de subrayar que su trabajo siempre ha sido transparente y bajo las normas del centro penitenciario.
Hoy, con su taller reabierto y cursando una carrera universitaria, Verónica continúa su camino hacia la reinserción social. Reconoce los errores del pasado, pero rechaza la idea de considerarse una víctima: “Deseamos una segunda oportunidad; aquí no solo cumplimos una condena: trabajamos, estudiamos y luchamos día a día por ser mejores personas y ciudadanas”, y enfatiza en que la reinserción no es un favor, sino un derecho que debe sostenerse en la legalidad, el respeto y la fe en que cada persona puede cambiar.




