¿Resolver o no resolver? He ahí el dilema. Excepto que para el caso de muchas mujeres, no es un dilema, es un trabajo invisibilizado que se nos asigna desde la infancia. Hablemos sobre ser “la mujer que resuelve”.
¿Cuántas veces al día tiene una mujer que asignarse a sí misma la repartición de tareas domésticas, de cuidado de otras personas y autocuidado? Difícilmente podremos ver estadísticas de esta labor plasmadas en un estudio, pues no hay una métrica que mida todas las horas, días y meses que una mujer le dedica a estas prácticas para lograr un balance en la vida cotidiana de los que la rodean.
Cuando hablamos de resolver, no nos referimos a un fenómeno reciente. En realidad, la práctica de “resolver” engloba muchos aspectos: desde asumir las labores del hogar, preparar la comida para la pareja o familia y asegurarse de que lleven una dieta balanceada, programar citas médicas, limpiar la casa, la ropa… y la lista continúa. A eso, sumarle que todo el tiempo debe mostrarse segura de sí misma, fuerte, empática y hasta creativa en la forma en la que realiza todas esas tareas. No, no es un fenómeno del que las nuevas generaciones estén recientemente hablando, es algo que las mujeres han hecho a lo largo de la historia y que por más que nazcan desde la iniciativa y el amor, es una práctica que urge resignificar.
Los cuidados no se eligen, se asignan. Para darnos una idea, un estudio de UNICEF sobre el Uso del tiempo entre las y los adolescentes en América Latina, refleja que la participación de las niñas en las actividades de cuidado comienza desde edades muy tempranas y se incrementa en su adolescencia, mientras que los niños ocupan una mayor parte de su tiempo en actividades recreativas y de esparcimiento.
En México, las niñas entre 5 y 11 años, destinan casi 1 hora más a las labores domésticas y al cuidado del hogar que los niños. Esta diferencia se incrementa notoriamente al entrar a la adolescencia y la vida adulta, sumándole mayor carga de trabajo a las mujeres. Según datos del INEGI, las mujeres dedican hasta 63.4% de su tiempo a tales actividades. Y es que, los cuidados nos sostienen, tanto que incluso representan el 24.3% del PIB nacional, por encima de la industria del comercio y la manufactura, según resultados de la Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares en México (CSTNRHM) del 2022.
Respecto a esto, la directora regional de ONU Mujeres, María Noel Vaeza, señala: “Los cuidados no remunerados constituyen una de las principales barreras para la igualdad de género. La desigual distribución del trabajo de cuidados que impacta incluso en las niñas es un reflejo de estructuras sociales que siguen asignando estas tareas según el género. Para cambiar esta realidad, necesitamos políticas públicas que redistribuyan el cuidado desde el Estado, garanticen tiempo propio para las niñas y adolescentes y promuevan una transformación cultural.”
Resolver también implica anticiparse a los problemas: asumir el papel de mediadora, siempre positiva, capaz de resolver el conflicto y llenar los vacíos emocionales de otros. Así como puede ser una práctica muy humana que da como resultado refugio y bienestar, también puede ser mucha responsabilidad para una sola persona. Y el problema está en que estos cuidados están sesgados patriarcalmente, forzando a las mujeres a cargar con una distribución de trabajos insostenible.
Mucho “mujer que resuelve” y muy poco redistribuir los cuidados colectivos. Es importante recordar que asumir este rol puede ser una gran estrategia para empoderar a las mujeres y recuperar su autonomía, pero no debe convertirse en un mandato que siga perpetuando la desigualdad. Las mujeres también somos merecedoras de descanso, contención, empatía y afectos.




