El mártir de Uruapan
Resulta inevitable hablar del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo; a quien las circunstancias y el abandono lo han vuelto un verdadero mártir. Conocido en Michoacán como “El del Sombrero”, el edil denunció pública y abiertamente en varias ocasiones, el control territorial que ejercían Los Caballeros Templarios, el Cártel Jalisco Nueva Generación y el grupo criminal El 14; en su municipio.
Su petición era clara y concisa: la intervención del Gobierno Federal y el Gobierno del Estado, para alcanzar la paz y el orden; ausentes por décadas en esa entidad. Siendo diputado federal, Carlos Manzo también denunció la colusión de la policía estatal con los grupos criminales, situación que le valió el rechazo y enemistad de muchos.
“Si luchas, que sea con pasión. Si mueres, que sea de la misma forma”. Fue una de las frases que lanzó en una de las últimas entrevistas que dio, cuando ya había anunciado, como presidente municipal, su propia lucha contra la delincuencia organizada y el abuso de poder. Fue al propio gobernador Alfredo Ramírez Bedolla a quien responsabilizó por la inseguridad en su estado y a quien enfrentó en diversas ocasiones, por lo que llamó “la policía corrupta del gobernador”.
Es probable que el alcalde de Uruapan supiera que su muerte era cuestión de tiempo. Un pronóstico que se auto cumpliría a razón de su causa. Sus convicciones, en un país repleto de violencia, ingobernabilidad y corrupción; lo hacían incomodo frente a eso que se ha convertido en el status quo: el desgobierno, la criminalidad, el asesinato.
Su muerte ha enardecido a la población porque confirma ese abandono de la autoridad. Si a un alcalde que denunció y pidió el apoyo del propio Gobierno Federal (que hoy encabeza Claudia Sheinbaum) le pasa eso en una plaza pública, ¿en qué situación de vulnerabilidad viven agricultores, ganaderos y comerciantes que son asediados día con día con el cobro de piso y la extorsión?
Pero lo de Michoacán lleva décadas. No exageran quienes dicen que esa entidad representa un riesgo nacional. Lo mismo ocurre en Guerrero, en donde también fue asesinado de forma brutal (decapitado) a una semana de haber tomado el cargo, el alcalde de Chilpancingo. No se trata de hechos aislados. La violencia criminal ha rebasado gobiernos enteros. Se ha adueñado de cadenas productivas. La producción de aguacate y limón es ejemplo de ello.
El mártir de Uruapan expone una vez más la porosidad de la estrategia de seguridad. En lo que va de esta administración, la de Sheinbaum, han sido ejecutados diez alcaldes. Pero además confirma la frialdad e indiferencia de un gobierno que volteó hacia lado, ante el llamado de urgencia. Carlos Manzo lo dijo en varias ocasiones. Dijo temer por su vida y pidió apoyo a la presidenta de México. “Mande apoyo. Quien está dando la cara es la Policía Municipal. Estamos expuestos. No estoy dispuesto a doblegarme, ni a entregar la poca seguridad que tenemos. No queremos ser un alcalde más asesinado, que se sume a la estadística”, sentenció en un video.
Sin embargo, su vida fue arrebatada con violencia y su cuerpo quedó tendido en la plaza principal de Uruapan. Y repito, él y muchos más, sabíamos que era cuestión de tiempo. Así se vive hoy en México. Que en paz descanse.




