En el vibrante mundo del fútbol mexicano, pocos equipos han tenido una trayectoria tan peculiar y efímera como el Atlético Español. Conocidos como los “Toros“, este club surgió de las cenizas de un gigante histórico y brilló con luz propia durante poco más de una década en la Primera División. Así que descubre por qué el Atlético Español sigue siendo un capítulo intrigante en la historia del fútbol mexicano, marcado por triunfos internacionales, desafíos identitarios, jugadores legendarios y su inevitable desaparición.
De Necaxa a los “Toros”
La historia del Atlético Español comienza en 1971, un año turbulento para el Club Necaxa. El equipo, fundado en 1923 y con una rica tradición en el fútbol mexicano, enfrentaba graves problemas financieros, falta de patrocinios y un declive deportivo que lo ponía al borde del abismo. Fue entonces cuando un grupo de empresarios españoles, liderados por figuras como Antonio Ordóñez (ex jugador del Asturias) y Julio Orvañanos, decidió intervenir. El 22 de octubre de 1971, adquirieron la franquicia del Necaxa y la transformaron en el Atlético Español Fútbol Club.
Inspirados en el extinto Real Club España, un equipo histórico de la comunidad española en México, los nuevos dueños cambiaron el nombre, el escudo y los colores. Adoptaron el blanco y negro como tonalidades principales, con un toro bravo como emblema, lo que les valió el apodo de “Toros“.

El estadio elegido fue el imponente Estadio Azteca, compartido con otros grandes. Esta metamorfosis no fue bien recibida por todos y muchos aficionados del Necaxa original se sintieron traicionados y migraron su lealtad a otros clubes, dejando al Atlético Español con una afición escasa desde sus inicios.
El objetivo de los empresarios era revivir la rivalidad histórica entre equipos “mexicanos” y “españoles“, pero el cambio generó más controversia que entusiasmo. A pesar de ello, el equipo debutó en la Primera División en la temporada 1971-1972, listo para dejar su marca en el fútbol mexicano.
Luchando por la supervivencia y el ascenso
El arranque del Atlético Español no fue fácil. En su temporada debut terminaron en el último lugar de su grupo, lo que los obligó a disputar una liguilla por la permanencia contra equipos como Torreón, Irapuato y Veracruz. Con garra, lograron salvar la categoría al vencer 4-3 en el global a Torreón, evitando el descenso por un pelo.

La temporada 1972-1973 marcó un progreso notable. Bajo la dirección técnica, los “Toros” alcanzaron las semifinales del torneo, donde cayeron en un dramático tercer partido de desempate ante el Club León (5-4 en el agregado). Este logro inyectó confianza al equipo y demostró que no eran solo un experimento temporal.
El pico de gloria
El momento cumbre del Atlético Español llegó en la temporada 1973-1974. Dirigidos por el uruguayo, José Ricardo De León, los “Toros” llegaron a la gran final de la Primera División contra el poderoso Cruz Azul. En el partido de ida, disputado en el Estadio Azteca, ganaron 2-1 con goles que ilusionaron a su escasa pero fiel afición. Sin embargo, en la vuelta, la Máquina Cementera los aplastó 3-0, coronándose campeón de liga por quinta ocasión en su historia dejando al Español como subcampeón. Fue su mejor posición en la liga mexicana.

Este subcampeonato abrió las puertas a la gloria internacional. En 1975, el Atlético Español participó en la Copa de Campeones de la CONCACAF. Eliminaron al Monterrey (2-1 global) y al Saprissa de Costa Rica (4-2 global), para luego coronarse campeones al vencer al Transvaal de Surinam con un contundente 5-1 en el agregado (3-0 en casa y 1-1 de visita). Este título fue el mayor logro del club, convirtiéndolos en el primer equipo mexicano en ganar la competición bajo ese formato.
Pero el éxito continuó en 1976 con la Copa Interamericana contra el Independiente de Argentina. Tras empates 2-2 y 0-0 (disputados en Caracas, Venezuela), cayeron en penales 4-2. Aunque no ganaron, esta participación resaltó su competitividad a nivel continental.
Las estrellas que brillaron con los “Toros”
El Atlético Español no solo dejó trofeos, sino también un legado de talentos que marcaron época. Tomás Boy, conocido como “El Jefe“, inició su carrera aquí (1970-1974) y se convirtió en una figura icónica del fútbol mexicano. El peruano, Juan José Muñante, deslumbró con su velocidad (1973-1975), mientras que Manuel Manzo fue un pilar defensivo (1971-1977).

Otros destacados incluyen a Benito Pardo (1974-1979), Juan Rodríguez Vega (1971-1977), Enrique Vázquez del Mercado (1972-1974), Roberto Gómez Junco (1975-1977), Luis Fernando Tena (1976-1982), y el brasileño, Carlos Eloir Perucci, máximo goleador del club con 84 tantos (1977-1980). Extranjeros como el polaco, Jan Gomolá (arquero), el argentino, Saúl Rivero y los españoles, Jaime Cuesta y José María Ortuondo aportaron experiencia internacional.
Estos jugadores no solo elevaron el nivel del equipo, sino que muchos continuaron brillando en otros clubes, como Boy en Tigres o Tena como técnico campeón.
El fin de una era
A partir de 1976, las actuaciones del Atlético Español fueron más discretas. Clasificaron a liguillas en 1980-1981 (cuartos de final) y 1981-1982 (eliminados por Atlante 5-3 global), pero nunca volvieron a pelear por el título. Los problemas financieros persistieron, agravados por la baja asistencia en el Estadio Azteca ya que rara vez se llenaba, debido a que la afición seguía viendo al club como un “disfraz” del Necaxa original.

En 1982, los dueños vendieron la franquicia a Televisa. El 23 de mayo de ese año, jugaron su último partido como Atlético Español. El 21 de julio, Televisa restauró el nombre, colores rojiblancos y tradición del Necaxa, cerrando así el capítulo de los “Toros”. Esta movida permitió a Televisa tener dos equipos en Primera (junto al América), pero significó el fin de una identidad única.
El legado del Atlético Español en el fútbol mexicano
Aunque duraron solo 11 temporadas, el Atlético Español dejó un impacto duradero. Su título de CONCACAF 1975 y la participación en la Interamericana probaron que un equipo “reinventado” podía competir al más alto nivel. Hoy, se recuerda como una etapa transitoria en la historia del Necaxa, pero con méritos propios que inspiran a aficionados nostálgicos.




