Después de 35 años del fin de la dictadura militar en Chile, el fantasma de Augusto Pinochet sigue presente en la campaña del ex legislador ultraconservador José Antonio Kast. El 14 de diciembre, fue oficialmente elegido presidente de Chile. ¿Qué significa esto?
Bienvenido al regreso de la ultraderecha
Desde Donald Trump en Estados Unidos hasta Javier Milei en Argentina, este 2025 se ha caracterizado por producir una tendencia en la elección de sus líderes a nivel global. Esta tendencia se traduce en políticas antimigratorias, anti derechos reproductivos, anti LGBTQ+, y el aumento de representación de personas que, orgullosamente militan discursos de odio y promueven discriminación, están ocupando cada vez más espacios en la política, donde buscan eliminar, rechazar y borrar a todas aquellas personas que no entran en lo normativo y sus derechos.
Para cerrar el año, el pinochetista ultraderechista José Antonio Kast se une a esta lista, evidenciando que esta tendencia no solo se limita a un plano simbólico. Por el contrario, está trascendiendo hasta un plano físico, cotidiano y político.
¿Quién es José Antonio Kast?
Nacido en Santiago, Chile, José Antonio Kast Rist es el menor de 10 hermanos, entre ellos Miguel Kast, quien fue ministro de Estado durante la dictadura de Augusto Pinochet. Es hijo de inmigrantes alemanes y su padre, Michael Kast, fue militante del Partido Nazi. Obligado a dejar Alemania, llegó a Chile usando una identidad falsa y décadas después le concedieron la ciudadanía chilena.
Comenzó su trayectoria política en la Universidad Católica de Chile (UC) con el gremialismo, donde conoció personas influyentes como Jaime Guzmán, fundador del partido de derecha tradicional Unión Demócrata Independiente (UDI), donde Kast militó por casi 20 años.
Kast fue elegido diputado en varias oportunidades y en 2019 fundó el Partido Republicano en Chile, donde sus propuestas y estilo llamaron la atención y aumentaron el espectro político hacia los extremos.
Pero su primer acercamiento político fue en 1988, cuando apareció en la campaña convocada por Pinochet defendiendo el “Sí”, la postura que abogaba por alargar su mandato. Aunque este hecho pueda parecer lejano a lo que representa en la actualidad, habla mucho de su política: pues nunca antes un presidente de Chile había apoyado abiertamente la dictadura de Pinochet.
Orden, seguridad y mano dura
Ese fue el discurso que mantuvo Kast durante su campaña presidencial y lo que lo mantuvo popular. Frente al incremento de violencia que enfrenta Chile, sumado el miedo a la migración descontrolada, que erróneamente se asocia con el crimen, y a la inseguridad que produce el estancamiento político, Kast parecía tener todas las respuestas: “Chile va a tener un cambio real.”
Similar a las promesas de Donald Trump, Kast se ganó al público con el 58.2% de los votos, resaltando su compromiso por endurecer la lucha contra la delincuencia, deportar a los miles de inmigrantes en situación irregular y reactivar una economía que se encuentra estancada. Según expertos en comunicación, esta estrategia de campaña está basada en el miedo, pero desarrollada como un mensaje de esperanza y de cambio.
¿Pero cómo fue que logró llegar al poder siendo la oposición de temas sociales? Hay que recordar que esta es la tercera vuelta de Kast, cuando en 2017 perdió contra Sebastián Piñera y en 2021 contra Gabriel Boric. En ambas ocasiones no tuvo problema con mostrarse en contra de los derechos LGBTQ+, en criticar la agenda de género y posicionarse en contra del aborto, pero en esta ocasión mantuvo un “perfil bajo”.
Su estrategia fue simple: reafirmar que no había cambiado de opinión sobre sus valores fundamentales, pero hacer hincapié en lo que consideraba que eran los asuntos primordiales en la agenda política, como la seguridad y la economía. Su tibieza lo posicionó como un candidato serio, pragmático y logró que la agenda de derechos humanos pasara a segundo plano.
Kast aprendió de sus errores, y como el primer presidente de la derecha radical desde el retorno a la democracia en 1990, busca ampliar las atribuciones del Ejército y la Policía, empezar una construcción de una barrera en la frontera norte, devolver a Chile el crecimiento económico de los años 90 y centralizar su base principal: religión, patria y familia. No esperábamos menos.
