La historia de la Selección Mexicana con la Copa del Mundo es una de las historias de amor y dolor más interesantes del fútbol actual. Por siete Mundiales seguidos, de Estados Unidos 1994 a Rusia 2018, el Tri consiguió lo que pocos países pueden presumir: clasificarse a octavos de final.
Si bien parece que México pasa de grupos con una regularidad envidiable, al mismo tiempo esa uniformidad trajo consigo una maldición que se ha grabado en la mente colectiva del país. Y es que México ha tenido una incapacidad total de ganar el primer partido de eliminación directa.
Los aficionados siguen cada Mundial con esperanza y temor, revisando análisis y noticias en sitios como BolaVIP México para intentar descifrar si esta generación finalmente tendrá las armas para romper el ciclo. El quinto partido se ha vuelto una obsesión nacional más allá de cualquier copa provincial.
Esta barrera estadística es una anomalía en el deporte de élite por el hecho de que México siempre ha competido ante potencias mundiales en la primera fase, consiguiendo victorias históricas ante selecciones como Alemania, Francia o Croacia. El problema viene cuando el margen de error se esfuma. En los octavos de final, el equipo se topa con el “muro” donde se juntan la mala suerte, el arbitraje dudoso y los errores puntuales.
Un guion cruel que se repite cada cuatro años
Hacer memoria de los verdugos es reabrir heridas que nunca cierran para la afición azteca. En 1994, los fallos ante Bulgaria y los cambios agotados dejaron la sensación de ocasión perdida. En 1998, Alemania dio vuelta el partido en los minutos finales. Pero tal vez la derrota más dolorosa fue en 2002, cuando Estados Unidos, el gran rival de la región, eliminó a México en la instancia más importante.
Luego vinieron los fantasmas sudamericanos y europeos. Argentina fue la pesadilla en 2006 y 2010, primero con un golazo en tiempo extra y luego con una paliza manchada por errores arbitrales. En 2014, ante Holanda, parecía resuelto hasta los últimos cinco minutos, cuando todo se derrumbó, incluido un polémico penal sobre Arjen Robben, que desató el grito de “no era penal”. En 2018, pues, Brasil humilló a todos, como ya sabemos.
En resumen, han pasado siete torneos, cada uno de ellos con siete entrenadores diferentes, pero siempre ha sido el mismo resultado.
El peso de la historia
Pero probablemente la razón de mayor peso de por qué es tan complicado pasar de grupo no se deba a una cuestión futbolística, sino mental. Los jugadores de verde llevan sobre sus hombros el peso de sus antecesores, de forma tal que cuando el equipo llega a ese punto, la presión mediática y social es sofocante. Se piensa más en el miedo a perder que en la esperanza de ganar.
A pesar de ser profesionales, es imposible evitar que esa ansiedad no se traslade al terreno de juego. En momentos de ventaja, el equipo se repliega, defendiendo el marcador en vez de ir a matar el partido. Es el miedo a triunfar o el miedo a fallar lo que entumece las piernas en los momentos cruciales.
El reto futuro
El último fracaso en Qatar 2022, donde la selección ni siquiera superó la fase de grupos, cortó la racha de clasificaciones, pero no la obsesión. De hecho, el batacazo reciente ha revalorizado lo complicado que es alcanzar esos octavos de final que antes se daban por descontado.
Y de cara al Mundial de 2026, donde México será sede, la exigencia será máxima. Ya no será suficiente competir o lucir bien, pues la única manera de exorcizar los fantasmas del pasado será ganar ese maldito cuarto juego y avanzar a cuartos de final.




