Le tomó más de 20 años a Ana Lucía Salazar denunciar de manera pública a su agresor. Muchos no lo sabían, pero era la primera vez que una mujer denunciaba a algún miembro de la Iglesia católica, a pesar de que México ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil.
Hoy, responde ante este suceso que le cambió la vida, con la esperanza de llegar a más personas, pero sabe que la raíz del problema radica algo más profundo: un sistema estructural que se ha esforzado en enterrar las voces de millones de víctimas más.
“¿A quién le importa una niña cuando son millones quienes siguen y creen a la Iglesia?” Así relata Ana Lucía Salazar los años que vivió como víctima de violencia sexual en su niñez a manos del sacerdote, y en ese entonces director del Instituto Cumbres Cancún, Fernando Martínez. Su historia ha resonado con millones de personas en todo el mundo, desde su testimonio en The Washington Post, hasta su proyecto Niñez desobediente, el espacio digital desde el que hace activismo y denuncia la violencia sexual infantil a manos del culto religioso.
A través de sus redes sociales, Ana Lucía expone un problema de salud pública que en México sigue estando en ceros: el abuso sexual infantil clerical. De acuerdo a su experiencia, la violencia contra la niñez es algo que sigue sucediendo dentro de estas instituciones, pero la complicidad y el silencio que la rodea es la que permite que no haya consecuencias.
A nivel jurídico, no existen medidas ni representantes que estén buscando poner este tema a la luz, por lo que Ana Lucía se ha comprometido en hacer activismo orientado a este problema. En los últimos años ha participado en medios de comunicación, podcasts, foros, ha trabajado a la par de organizaciones de la sociedad civil y ha acompañado a otras víctimas en su proceso.
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