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miércoles, diciembre 10, 2025

Terencio o por qué nos interpela el genocidio en Palestina | Plaza Pública por: Enrique F. Pasillas Pineda

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Plaza Pública 

Terencio o por qué nos interpela el genocidio en Palestina

Según cálculos del instituto alemán Planck de investigación demográfica (al que difícilmente se podría acusar de anti-israelí), el régimen sionista habría asesinado hasta el pasado 6 de octubre de 2025 a más de cien mil personas, solo en la Franja de Gaza (La Jornada, 26 de noviembre). Otras fuentes hablaban, a mediados de 2024, de hasta 186 mil personas muertas o desaparecidas (The Lancet, 2024). Entre ellas, hay numerosos casos de familias enteras con todos sus miembros aniquilados, desde ancianos hasta infantes. Así, el genocidio en curso en la Palestina ocupada (puesto que, contrario a la narrativa interesada, no existe ningún “alto al fuego”), después de casi ochenta años de una invasión ilegal (esto no empezó hace dos años), muchas veces reconocida por la ONU en múltiples Resoluciones (18, 194, 242, 3236, 3379, 446, y demás relacionadas), interpela y desafía  como nunca antes a la humanidad entera de un modo ineludible e inevitable, dado el grave riesgo existencial que supone. Especialmente en el caso de las y los mexicanos, que decimos impulsar colectivamente transformaciones pacíficas, democráticas y humanistas. ¿Por qué? Simplemente porque somos humanos. Siendo más explícitos: porque los corruptos perpetradores del genocidio (el régimen sionista) y todos sus cómplices y asociados en el norte y occidente global (genocidio ya reconocido y documentado exhaustivamente por un puñado de países, pero también por la CPI, la CIJ, la ONU así como infinidad de ONG), son también responsables al menos de una parte importante de la violencia que ocurre en México. 

En efecto, el régimen sionista y sus numerosos tentáculos en el negocio de la destrucción y la muerte es parte importante del entramado corrupto que desde hace décadas adoctrinó y entrenó a militares y paramilitares por toda nuestra región, así como a numerosas fuerzas y cuerpos de seguridad “de élite”, mismos que participaron activamente en la represión política de los movimientos sociales al menos desde la llamada “Guerra Sucia” de los 60 y 70 del siglo pasado (con su ahora conocida cauda de crímenes de lesa humanidad que llegan hasta nuestros días). Y es esa misma entidad estatal sionista, la principal autora y vendedora, por ejemplo, del invasivo malware “Pegasus” que ha infectado a miles de teléfonos para espiar ilegalmente a políticos, dirigentes sociales y periodistas de muchos países. México entre ellos, donde el caso del espionaje a la periodista Carmen Aristegui por el ejército durante el gobierno de Peña fue paradigmático, siendo ella la primera persona reconocida oficialmente como víctima mediante investigaciones, peritajes y resoluciones judiciales. Y no solo eso. El sionismo y sus asociados internos han patrocinado o hecho negocios con diversas organizaciones criminales en México, Centroamérica y otras regiones, dada su especialidad en traficar armas y dispositivos de guerra “probados en combate” (dicen ahora cínicamente), mismos que usan los cárteles y grupos criminales en México para sembrar la violencia y alimentar sus interminables disputas territoriales ante la ausencia o negligencia del Estado. 

Porque la derecha más reaccionaria y retrógrada es tan extrema allá como acá y porque el imperialismo y el nuevo colonialismo son tan dañinos para los mexicanos como para las y los palestinos y los demás pueblos colonizados del mundo. Porque un pueblo semita originario (El palestino) está siendo expoliado y asesinado en su propia tierra ancestral ante los ojos del mundo por un puñado de fanáticos y colonos racistas llegados de Europa oriental y de otras regiones, quienes suplantan y se apropian de una identidad milenaria (semita) para perpetrar la misma necropolítica que desprecia, empobrece o asesina arteramente a civiles inocentes y a todos quienes se resisten o informan sobre la discriminación, la segregación y al despojo, como también es el caso de muchos pueblos originarios del mundo. Porque la llamada “hidra capitalista” actúa aquí y allá, pues lo que destruye vidas y territorios en La Franja de Gaza es lo mismo que destruye los modos de vida y territorios ancestrales de los pueblos originarios en México y el resto del mundo. Porque los métodos y móviles de las organizaciones criminales aquí son los mismos de los colonos de ocupación allá, porque su colonización de asentamiento es una versión extrema de las diversas formas de despojo, acumulación, gentrificación inmobiliaria y/o desposesión violenta de los recursos naturales que enfrentamos acá.  

Porque el ignominioso muro fronterizo y sus variantes desde Tijuana hasta Matamoros, erigido por “nuestros socios” tiene su continuación y correlato en el muro sionista que cerca a la Palestina ocupada para masacrarla, porque los muros que transforman en un campo de concentración a cielo abierto a Gaza y Cisjordania están hechos con materiales hechos por una conocida cementera mexicana. Porque somos cómplices de la ocupación ilegal de Palestina si no boicoteamos a empresas, marcas y productos que la financian y rentabilizan (como tantas que operan impunemente en México a pesar de su respaldo expedito a la ocupación y genocidio).

Porque los trabajadores migrantes mexicanos se parecen a los palestinos cada vez que son explotados, discriminados, despreciados, criminalizados, encarcelados y deportados sin haber cometido delito alguno, removidos a la fuerza de los mismos territorios que antes, previamente, fueron ocupados ilegalmente y robados (como en Palestina). “Nobody is illegal in stolen land”, reza la elocuente consigna adoptada por los sobrevivientes pueblos originarios de Norteamérica. Pero miles de mexicanos están casi en la misma posición de los palestinos, que son para el sionismo lo mismo que somos para el agresivo supremacismo imperialista y su insaciable demanda de recursos naturales para su complejo militar-industrial y que para nada es nuevo, pero que tal vez nos enseña hoy su peor cara, encarnado en un ridículo aspirante a dictador anaranjado. Porque sabemos que el sur global (y México en él) ha sido expoliado históricamente como lo han sido los palestinos por los colonos sionistas, solapados por una entidad estatal terrorista que practica la segregación racial y el apartheid desde hace al menos 80 años. Así, Gaza nos enseña algo de nosotros que no es fácil de reconocer, porque descubrimos cada día de masacre algo de México en Gaza y algo de Gaza en México. Y porque lo que ocurre en Gaza es lo que ya ocurrió en México y en otros muchos lugares del mundo y lo que sigue ocurriendo, así sea en una versión mexicana de “baja intensidad” que incluye cientos de asesinatos y desapariciones cotidianas y una grave crisis de seguridad pública y justicia reconocida por propios y extraños que no deja de crecer desde hace décadas. 

Porque la Franja de Gaza ocupada y masacrada por los negociantes y mercaderes de armas bajo la absoluta complacencia de la mayoría de gobiernos de Occidente, marca el fin de un “sistema internacional basado en reglas” y desnuda la hipocresía de las democracias occidentales en materia de derechos humanos y democracia. Peor aún: bien puede servir como el laboratorio nazi-fascista-sionista de lo que algunos desean después para el mundo, porque todos podríamos terminar sufriendo, tarde o temprano, lo que ahora sufren los palestinos. Porque lo que sea posible en Palestina será posible en el resto del mundo. Porque pasará aquí lo que se permita pasar allá. Porque si pasa, necesitaremos a otros y a otras en otra parte del mundo preocupados por nosotros como ahora nosotros tenemos que preocuparnos por Palestina. Porque el genocidio en curso demuestra quizá más que nunca en tiempos modernos que nos necesitamos unos a otros, porque sólo así podremos enfrentar aquello que nos amenaza existencialmente en todas partes. 

Y porque ya lo decía el célebre dramaturgo romano Terencio hace unos dos mil años: “Hombre soy, nada humano me es ajeno” (El enemigo de sí mismo). Así que quizá podremos ser mejores humanos cuando comprendamos cabalmente que nada humano (nos) es ajeno y actuemos colectivamente en consecuencia. Por ejemplo, hasta que las y los bravos, resilientes y martirizados palestinos sean libres en su propia tierra. 

Coda. Lo que pasa en hoy Palestina después del supuesto “alto al fuego”: bombardeos y cientos de asesinatos indiscriminados, censura de la prensa internacional, asesinatos deliberados de periodistas sobre el terreno; condiciones de vida destructivas, bloqueo de la ayuda humanitaria, colapso de los sistemas de agua potable y saneamiento, colapso médico y de salud; asesinato, secuestro y tortura de personal sanitario; obstrucción de organizaciones humanitarias, desplazamiento forzado masivo, condiciones inhumanas en los campamentos; ocultación y bloqueo de las instituciones de ayuda y de justicia internacionales. Son todas, conclusiones del informe de Amnistía Internacional publicado tras el alto el fuego (Informe MDE 15/0527/2025).

P.S. En el aniversario de LJA.MX, vaya una sincera felicitación a Jorge, Francisco Miguel, Gabriel y todo el equipo que la hace posible cada día. ¡Que vengan muchos más! 

El autor es jurista. Miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII).

@efpasillas

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